MÚSICA,
COLOR, ACCIÓN!

Sinfonía
de París
Toda vez que se habla de comedia musical,
es casi inevitable citar los mismos nombres.
En los primeros tiempos del sonoro, surgieron
casi al mismo tiempo las personalidades
del coreógrafo Busby Berkeley en
Warner y del bailarín Fred Astaire
en RKO Radio. Más adelante, en la
década de oro de la Metro Goldwyn
Mayer (1945-1955) es imposible no referirse
a Vincente Minnelli, Gene Kelly y Stanley
Donen, con el apoyo insoslayable del productor
Arthur Freed.
Durante su período Warner (1933-1938),
Busby Berkeley se había distinguido
por sus números extravagantes, llenos
de chicas bonitas y fabulosos caleidoscopios
que la cámara tomaba desde ángulos
insólitos. Injertados en argumentos
convencionales, esos alardes de creatividad
visual aparecían como aislados del
contexto, máxime cuando se pretendía
hacer creer que lo que el espectador estaba
viendo era un número montado sobre
un escenario, aunque era difícil
creer que el público de un teatro
pudiera apreciar aquellas vertiginosas tomas
en picada observadas desde arriba. El cine
buscaba su lenguaje propio y lo traducía
de una manera irreal, abstracta, más
propia de una fantasiosa imaginación
que de una puesta en escena frontal como
se acostumbraba entonces en el primitivo
cine sonoro, esclavo de los micrófonos
y de los ruidos molestos. Berkeley fue el
primer creador de la comedia musical cinematográfica,
un innovador más preocupado por orquestar
disciplinadamente el movimiento de los bailarines
y distribuirlos ordenadamente en un espacio
puramente imaginario, utilizando el montaje
con sentido rítmico, que por lucir
una coreografía elaborada o refinada
para el lucimiento personal de alguna estrella
de moda.
Fred Astaire fue todo lo contrario. Encargado
de elaborar sus propias coreografías,
exigía ser tomado de cuerpo entero
y sin mayores cortes de montaje. Junto a
su inseparable compañera de los primeros
tiempos, la rubia Ginger Rogers (salvo una
sola vez), Astaire protagonizó una
serie de nueve películas entre 1934
y 1939 que giraban en torno a su personalidad
de bailarín exquisito, que cantaba
y danzaba las canciones de Irving Berlin,
Cole Porter, Jerome Kern o George Gerswhin
con un estilo que se parecía mucho
a la perfección, luciéndose
él y su compañera como si
aquello que estaba haciendo fuera la cosa
más sencilla y placentera del mundo:
expresar sus sentimientos por medio del
canto y del baile. Pero tanto en el caso
de Berkeley como de Astaire la verdad era
otra, aunque igualmente estimulante: todo
ello era producto de la entrega, del trabajo
duro, empecinado, vocacional, de un artista
en busca de la excelencia como única
y honesta forma de llegar al público
mostrando lo mejor de sí mismo. Sin
entender esto, no puede entenderse el fenómeno
de la comedia musical americana y el porqué
algunos triunfaron y quedaron como emblemas
del género, mientras que otros fueron
olvidados rápidamente. Junto al talento,
a las virtudes personales, a la inspiración,
al carisma individual, esta gente trabajaba
con sentido de equipo, día y noche
e incansablemente, en un ambiente de mutua
exaltación que derivó en una
etapa del cine tan fermental como irrepetible.
EL HOMBRE QUE VINO DE BROADWAY
De toda esa gente que llegó a Hollywood
a volcar su experiencia en las comedias
musicales cinematográficas, el más
refinado, culto y exigente fue Vincente
Minnelli. Su nombre un tanto exótico
se debe a la conjunción de un padre
violinista de origen italiano y una madre
actriz francesa que trabajaban en un teatro
ambulante. El azar de las giras hizo entonces
que Vincente naciera en Chicago, el 28 de
febrero de un año impreciso, ya que
él mismo, en una muestra de coquetería,
no facilitó nunca el dato. Se supone
que fue entre 1903 y 1910, casi seguramente
en 1908. Con el teatro en las venas, debutó
a los tres años, pero desde los ocho
se convirtió en un estudiante normal,
por lo menos hasta los 16. Durante las vacaciones
trabajó con un pintor publicitario
y, de vuelta en Chicago, se unió
a la compañía Balaban &
Katz como vestuarista y director de escena.
De allí saltó al teatro Paramount
de Nueva York y en 1932 diseñó
el decorado y el vestuario de la opereta
Du Barry para Grace Moore.
Al año siguiente ya estaba en el
Radio City Music Hall como director artístico,
convirtiéndose en director de escena
y coreógrafo en 1935. En sus trabajos
reveló el gusto extravagante y las
influencias surrealistas de sus épocas
juveniles. Comenzó a frecuentar el
círculo de los Gershwin, integrado
por gente como Harpo Marx, Dashiell Hammett,
Lillian Hellman, John O'Hara, Dorothy Parker,
Moss Hart y Oscar Levant. A su departamento
neoyorquino cerca del Museo de Arte Moderno
concurrían habitualmente George Balanchine,
los Gershwin, Paul Bowles, Harold Arlen
y Yip Harburg, entre otros. Su fama comenzaba
a crecer.
Un primer pasaje por Hollywood y la Paramount
fracasó, pero en 1940 fue Arthur
Freed quien lo apalabró para integrar
su propia unidad en la M-G-M, junto a nombres
como Gene Kelly y su asistente Stanley Donen,
el coreógrafo Robert Alton, la supervisora
vocal Kay Thompson y el arreglista y compositor
Roger Edens. Y además estaba Busby
Berkeley, en una etapa más "humilde"
que la de Warner, en musicales más
pequeños pero muy vitales con Mickey
Rooney y Judy Garland. Luego llegarían
la vestuarista Irene Sharaff, el libretista
y letrista Alan Jay Lerner, el coreógrafo
Charles Walters y el escenógrafo
Oliver Smith, todos los cuales figuraron
repetidas veces en los filmes del productor.
Cuando llegó Fred Astaire, el equipo
ya estaba completo: Freed había traído
a la Metro a los mejores talentos de la
década anterior, los que combinados
con gente e ideas nuevas resultarían
una fórmula explosiva. La tarea de
Minnelli consistía en aprender el
oficio, leer guiones, hacer sugerencias,
dirigir números musicales sueltos,
trabajar en el cuarto de montaje. Freed
apostaba fuerte a él, convencido
de que le sería útil, y le
preparaba el camino para tareas mayores.
Y Freed casi nunca se equivocaba.
COLORIDAS EXTRAVAGANCIAS

Una cabaña
en las nubes
"Sin duda no todo era de color
rosa... Se hablaba mucho de la deshumanización
de las estrellas y la prostitución
de los guionistas, pero nunca he visto robots
con tanta iniciativa propia ni rameras tan
bien dispuestas", escribió
Minnelli en su autobiografía "I
Remember It Well" ("Lo recuerdo
muy bien", 1974), donde parafrasea
en el título una canción de
Lerner y Loewe para Gigi.
Al principio, el aprendiz de cine colaboró
anónimamente en secuencias de filmes
ajenos y su primera tarea plena como director
fue en una película enteramente interpretada
por negros... y en blanco y negro. Una
cabaña en las nubes (A
Cabin In the Sky, 1942) fue la primera
opereta totalmente negra desde Aleluya
de King Vidor en 1930. Trataba la lucha
entre el bien y el mal por medio de una
fantasía ingenua y conmovedora entre
gente pobre y buena. Con Ethel Waters, Lena
Horne, Eddie "Rochester" Anderson,
Louis Armstrong, Rex Ingram y Duke Ellington
y su orquesta, la película fue el
triunfo del instinto de un artista que aprende
sobre la marcha y tiene la intuición
de colocar aquí y allá delicadezas
que demuestran su sensibilidad, su cuidado
por los detalles, su afán por contar
una historia en términos visuales
y hacer que la música y las canciones
formen parte del asunto y no parezcan agregados
vistosos pero superfluos. Minnelli tuvo
la idea de darle un tono sepia al blanco
y negro para sugerir un toque mágico
y la película se estrenó así,
aunque las copias posteriores no respetaron
el proceso (como ocurrió con el comienzo
y el final de El mago de Oz).
El trabajo siguiente de Minnelli no fue
tan ambicioso. Le encargaron una comediola
para Red Skelton y la bailarina Eleanor
Powell, producida por Jack Cummings quien,
junto a Joe Pasternak, completaba el trío
de productores de films musicales de la
Metro. Marido por accidente
(I Dood It, 1943) era tan barata
que recurría a metraje robado de
películas anteriores de Cummings
con Eleanor Powell, especialmente los números
centrales de Nacida para el baile
(Born to Dance, 1936) y Honolulu
(1939).
Minnelli salió del paso rápidamente
porque debía prepararse para rodar
su primera película en colores, con
un presupuesto generoso y Judy Garland,
con quien luego se casaría cuando
ella obtuviera el divorcio del director
de orquesta David Rose. La rueda
de la fortuna (Meet Me in St.
Louis, 1944) se basaba en relatos de
Sally Benson ambientados dentro de una típica
familia americana de principios de siglo,
durante las cuatro estaciones del año
previo a la Feria Mundial de Saint Louis
en 1903. Se comprende que en plena época
de guerra una historia que apelara a los
buenos sentimientos familiares, con hermosas
canciones y un brillante marco visual, tenía
que ser un considerable éxito de
público. Fuera de Estados Unidos,
lógicamente, no podía esperarse
una acogida similar, pero la película
es lo suficientemente encantadora y tan
genuinamente linda de ver que lo demás
se acepta, aun hoy. Para mejor, las canciones
de Ralph Blane y Hugh Martin, entre las
que se cuentan "The Boy Next Door",
"The Trolley Song" y
"Have Yourself a Merry Little Christmas",
están totalmente integradas al argumento
y no son entonadas por personajes que tengan
alguna vinculación con el teatro
o el vaudeville sino por seres comunes y
corrientes. Esta es una comedia musical
integral, donde las canciones comentan y
hacen avanzar la trama, algunas alegres,
otras sentimentales, pero siempre derivadas
naturalmente de una situación que
tiene que ver con lo que piensan y sienten
los personajes. El opulento marco escenográfico,
los tonos delicados de color, el tratamiento
de la luz y los suaves movimientos de cámara
definieron ya el estilo de un autor, que
además se revelaba como un excelente
director de intérpretes y un artista
de gusto refinado.
El próximo compromiso del director
sería empero un desafío. Compaginar
un film-revista en homenaje a las Follies
de Ziegfeld, encabezando el desfile con
el mismo William Powell que había
dado vida al rey del espectáculo
en la exitosa El gran Ziegfeld
(1936), ganadora del Oscar ese año.
Conocido como Las nuevas Follies
de Ziegfeld (Ziegfeld Follies,
1944-46), la idea era componer una sucesión
de números tal cual los hubiera concebido
el propio magnate de Broadway si viviera,
así que el film lo ubica en una especie
de Olimpo añorando sus viejas épocas
y jugando con la idea de cómo serían
sus opulentos shows con las nuevas estrellas
del momento. Fred Astaire lidera la lista
y tiene cuatro números para su lucimiento.
En dos de ellos baila con Lucille Bremer
y en el último se enfrenta a Gene
Kelly en una simulada competencia de danza
que resultó a la postre un fragmento
clásico, donde los dos bailarines
más competentes de Hollywood unieron
sus habilidades por única vez (salvo
un nostálgico reencuentro en Erase
otra vez en Hollywood (That's
Entertainment Part 2, 1976, con muchos
años encima).
Lo novedoso de este gigantesco espectáculo,
que ocasionalmente revive el mal gusto chirriante
de algunas puestas en escena de Ziegfeld,
es el toque Minnelli en escenografías
surrealistas, momentos oníricos (sobre
todo en el fragmento "Limehouse
Blues") y una intencionada correlación
entre los decorados y la coreografía,
como si el director hubiese tenido vía
blanca para ejercitar su frondosa imaginación.
Hasta en el número que cierra el
film, dedicado a Kathryn Grayson, revela
una puesta sobrecargada, inequívocamente
inspirada en el estilo de Salvador Dalí.
En su próximo trabajo, El
ladrón y la bella (Yolanda
and the Thief, 1945), Minnelli vuelve
a utilizar a Fred Astaire y a Lucille Bremer
en una especie de ampliación del
espléndido número "This
Heart of Mine" de Las
nuevas Follies de Ziegfeld, en
que un ladrón de guante blanco seduce
a una rica heredera para birlarle las joyas.
En la nueva historia, Astaire es un timador
que se hace pasar por el ángel de
la guardia de la inocente propietaria de
una plantación en Centroamérica,
mientras un misterioso personaje que parece
ser el verdadero ángel vigila sus
movimientos. Con humor ingenuo y fantasía
desbordada, la película avanza por
medio de bailes y canciones, dentro de una
escenografía irreal y colorida, pero
resultó demasiado vanguardista para
su época y fracasó en la taquilla.
Fue el primer traspié de Minnelli,
que sin embargo tuvo una vez más
el apoyo de Arthur Freed para inventar una
escena onírica y surrealista con
motivo de un baile de Astaire, además
de un ballet final lleno de ritmo, luz,
color y atmósfera envolvente. Ya
había establecido su estilo, pero
lo mejor estaba por venir.
UN EQUIPO MUY EXITOSO

La rueda de la fortuna
Vincente Minnelli y Judy Garland se casaron
el 15 de junio de 1945. La pareja contó
con la bendición de Louis B. Mayer,
el zar de la Metro, que adoraba que sus
empleados se portaran bien y cumplieran
sus órdenes. Pensaba que los desequilibrios
emocionales de Judy, entonces con 23 años,
podían ser controlados por un hombre
mayor, maduro y refinado. Ella admiraba
a su esposo y confiaba ciegamente en él,
pero Vincente estaba muy absorbido por su
trabajo para distraerse en tareas domésticas.
Cuando la actriz debió aparecer como
estrella invitada en Cuando pasan
las nubes (Till the Clouds
Roll By, 1946, director Richard Whorf),
donde interpretaba a Marilyn Miller en una
apócrifa biografía del compositor
Jerome Kern, estaba embarazada de Liza y
su condición física no era
la mejor, así que su marido la dirigió
en sus tres números musicales sin
aparecer en los créditos. Fue lo
mejor de un filme por otra parte aburrido
y abigarrado, donde para peor hubo que disimular
el vientre ya crecido de Judy con vestidos
sueltos, lo que se nota particularmente
en una espectacular secuencia de conjunto
con la canción "Who".
Liza Minnelli nació el 12 de marzo
de 1946 mientras su padre dirigía
un melodrama de suspenso con Katharine Hepburn
y Robert Taylor (Corrientes ocultas)
muy alejado de su cuerda pero acorde al
plan de trabajo de un estudio que no gustaba
de empleados con tiempo ocioso.
Pero Judy y Vincente se embarcaron en un
nuevo proyecto musical que les entusiasmaba:
una sofisticada comedia con canciones de
Cole Porter y ambientación exótica
titulada El pirata (The
Pirate, 1948), donde Gene Kelly iba
a integrar un formidable equipo con Minnelli
y la máxima estrella de la Metro.
Lo que al principio parecía una combinación
ideal reveló rápidamente sus
problemas cuando Judy se quejó por
sentirse desplazada mientras Kelly, Minnelli
y el coreógrafo Robert Alton pasaban
demasiado tiempo juntos planificando el
film. El resultado final, que fue nuevamente
una fiesta de música y color, no
refleja las tensiones vividas, máxime
cuando Judy y Gene se superan como comediantes,
ella canta mejor que nunca (su rendimiento
en "Mack the Black" es
verdaderamente electrizante) y él
baila sus números con elasticidad
acrobática. El humor, el ritmo y
la calidad plástica son siempre de
primer nivel, pero de alguna manera su excentricidad
no pegó en el público y no
fue un éxito clamoroso como se esperaba.
Gustó más a los críticos,
que elogiaron su gracia socarrona y sus
fogonazos de color, lo que volvía
a confirmar que Arthur Freed necesitaba
el refinado prestigio de los films de Minnelli
para diferenciarse de la vulgaridad a veces
agresiva de Joe Pasternak y de las piscinas
refrescantes pero repetidas donde Jack Cummings
zambullía dos veces por año
a Esther Williams.
La sorpresa vino de la mano del desencanto
cuando Minnelli se enteró de que
no iba a dirigir Intermezzo lírico
(Easter Parade, 1948), un proyecto
que le había entusiasmado por tratarse
de una cabalgata de canciones de Irving
Berlin y una nueva conjunción de
la pareja Garland-Kelly. Por consejo médico,
la actriz no debía volver a trabajar
con su marido, suplantado por Charles Walters,
y de hecho no lo hizo más. La película
fue un éxito rotundo a pesar o tal
vez a causa de una serie de maldiciones
que le cayeron encima: Gene Kelly se rompió
un tobillo y fue sustituido nada menos que
por Fred Astaire, que había decidido
retirarse; al accidentarse de igual manera
Cyd Charisse, vino Ann Miller y se quedó
en la Metro. Todo salió tan bien
que la carrera de Judy debió encaminarse,
pero no fue así. Luego de tres suspensiones
consecutivas por faltar a sus tareas, la
Metro le rescindió el contrato. Tras
un intento de suicidio, también se
supo que su matrimonio con Minnelli estaba
acabado. El divorcio no se haría
esperar. Enfrascado en su trabajo y sin
películas musicales en el horizonte,
el director realizó un discreto drama
(La seductora/Madame
Bovary, 1949) y una comedia muy exitosa
(El padre de la novia/Father
of the Bride, 1950) antes de embarcarse
en un proyecto conjunto con Gene Kelly que
les daría a ambos las mayores satisfacciones
de sus carreras.
PARÍS POR SIEMPRE PARÍS
En 1950, Freed, Minnelli, Kelly y el libretista
Alan Jay Lerner idearon un homenaje a George
Gershwin (fallecido prematuramenmte en 1937)
que ubicaría curiosamente la acción
en París para aprovechar el título
"Un americano en París"
cuya música sería utilizada
en un ballet de extensión considerable.
Kelly fue el pintor Jerry Mulligan, joven
artista que admiraba la obra de los impresionistas
y que como Utrillo, Lautrec y Rouault había
elegido la ciudad luz para inspirarse. Oscar
Levant, que había sido amigo personal
de Gershwin, era el pianista desempleado,
cínico y leal, un poco como él
mismo. Leslie Caron, una bailarina de 18
años del Ballet de Roland Petit,
fue seleccionada por el propio Kelly para
debutar en esta película de generoso
presupuesto y ambiciones artísticas.
En Sinfonía de París
(An American in Paris) todo transcurría
en el tono jocoso y liviano de las clásicas
comedias musicales que Gene Kelly había
contribuido en gran parte a renovar (principalmente
Un día en Nueva York/On
the Town, 1949, que codirigió
con Stanley Donen). Había humor,
romance, malentendidos, amores cruzados,
sentimientos confundidos, varias canciones
de Gershwin bailadas con gracia y dinamismo
y el francés Georges Guétary
haciendo una evocación de las Follies
Bergéres (pero muy parecidas a las
Follies de Ziegfeld). Pero luego, durante
17 electrizantes minutos, la pantalla se
iluminaba de brillantes colores y un ballet
espectacular ponía un toque final
deslumbrante. Con decorados que evocan los
cuadros de Renoir, Dufy, Rousseau, Utrillo
y Lautrec, el protagonista (Kelly) recorre
París en busca de la mujer amada
(Caron), mientras los característicos
toques pictóricos y oníricos
de Minnelli se distribuyen generosamente
haciendo gala de un buen gusto pocas veces
tan coherente y visualmente atractivo. En
su ensoñación, el pintor ve
la ciudad tal como la representaron sus
artistas amados y en dos escenas, al menos,
como la de la fuente de la Place de la Concorde
y la del Moulin Rouge, música, cámara,
luces, baile y color logran una poesía
de intensa belleza. Esta era la culminación
que la comedia musical estaba esperando.
La película ganó el Oscar
como la mejor de 1951, incluidos otros cinco
premios a sus rubros técnicos (libreto
original, fotografía, dirección
artística, vestuario, música)
y uno especial para Gene Kelly por su contribución
al desarrollo de las comedias musicales.
Minnelli, también nominado, perdió
frente a George Stevens por Ambiciones
que matan (A Place in the Sun),
lo que hizo pensar a mucha gente que los
méritos del film se debían
a Gene Kelly más que a su director.
En parte eso es correcto, pero no hay que
olvidar que los elementos visuales, la atmósfera
parisina, la elegancia de la narración,
la delicadeza por los detalles, la fineza
del humor y sobre todo el riquísimo
entorno pictórico del ballet, con
un uso particular del color, la luz y los
decorados, son Minnelli en esencia. Cuando
en 1958 volvió a filmar una historia
parisina, basada en la novela "Gigi"
de Colette y lujosa ambientación
en la belle époque, nuevamente con
libreto de Lerner, música de Frederick
Loewe (el dúo resposable de "My
Fair Lady") y Leslie Caron ya
convertida en estrella, junto a un notable
Maurice Chevalier y a un elegante Louis
Jourdan, el resultado fue igualmente estimulante,
un ejercicio de estilo visualmente fascinante
y con las habituales calidades musicales
de toda su obra previa. Esta vez la Academia
no pudo negarle su merecido Oscar que recibió
junto a ocho estatuillas más (mejor
película, libreto adaptado, fotografía,
dirección artística, vestuario,
montaje, música y canción).
Gigi fue tal vez la última
gran película musical de la Metro,
otra culminación que tuvo como protagonista,
como no podía ser de otra manera,
a Vincente Minnelli.
EL ROJO LE SIENTA BIEN

Brindis al amor
Entre Sinfonía de París
y Gigi, la década
del 50 tuvo buenas y malas noticias para
Minnelli. Dirigió muchas películas
dramáticas y comedias sofisticadas,
dejando habitualmente su marca en el estilo,
el refinamiento y el esmero por los detalles
ambientales y visuales, donde siempre algún
pantallazo de rojo era como su firma reconocible.
Algunos títulos merecieron especial
destaque como Cautivos del mal
(The Bad and the Beautiful, 1952,
un drama sobre Hollywood), Sed de
vivir (Lust for Life,
1956, sobre vida de Vincent Van Gogh), Dios
sabe cuánto amé (Some
Came Running, 1959, sobre novela de
James Jones) y Herencia de la carne
(Home from the Hill, 1960, melodrama
familiar sureño). Pero siempre fue
en el cine musical que se esperaba de él
lo mejor. En Brindis al amor
(The Band Wagon, 1953), con libreto
de Betty Comden y Adolph Green (los de Cantando
en la lluvia de Kelly y Donen,
1952), música de Arthur Schwartz
y coreografía de Michael Kidd, se
desechó el asunto original que había
sido uno de los éxitos teatrales
de Fred Astaire y se inventó un argumento
que era precisamente un homenaje al veterano
bailarín. Como Astaire atravesaba
un gran momento (y tenía ya 54 años),
era irónico que se le presentara
como un actor de cine olvidado que intentaba
un retorno triunfal en Broadway.
En pareja con la exquisita Cyd Charisse,
Astaire tiene un par de momentos inolvidables.
Primero cuando cruzan del brazo el Central
Park, sin decir una palabra, la música
se insinúa levemente y al ritmo de
"Dancing in the Dark"
comienzan a bailar en un rincón solitario
con Nueva York de telón de fondo.
El momento es mágico y se logra sin
diálogo y sin canto, solamente a
través de la danza como elemento
de comunicación entre dos personajes
que necesitaban encontrar un punto de contacto
para poder trabajar juntos. Eso también
es la esencia de la comedia musical, ahora
despojada de todo lo accesorio y dejando
que el baile lo diga todo como natural expresión
de sentimientos y emociones. Y el otro momento
es, lógicamente, un ballet. Una parodia
a la quintaescencia del "film noir",
con Astaire como detective privado de expresión
seca y cortante y Cyd Charisse en doble
papel como la morocha insinuante y la asesina
rubia típica del cine negro. En un
momento electrizante, Fred entra a un tugurio
lleno de humo y música de jazz y
descubre en el mostrador a la fulgurante
morocha que se despoja de su tapado y revela
un centelleante vestido rojo tajeado hasta
la cadera, antes de arrastrarlo a una danza
frenética y provocativa. Pocas veces
el cine musical logró tal perfección
y tal unidad entre música, baile,
imagen e intención paródica,
una poesía chirriante con un entorno
visual y auditivo de enorme sugestión.
En 1954, Minnelli, Kelly y Lerner intentaron
con Brigadoon reverdecer
el equipo exitoso de Sinfonía
de París, pero la experiencia
resultó fallida. En parte porque
Arthur Freed no tenía ya el poder
de antaño y el presupuesto fue menor,
y en parte porque la historia presuntamente
encantadora que se contaba resultaba muy
ingenua para los gustos cambiantes de la
época, ni siquiera la pareja Kelly-Charisse
logró elevar el nivel de una película
filmada en obvios escenarios de cartón
cuya poesía se evaporaba por los
costados de la inmensa pantalla de CinemaScope.
Hasta el color era ingrato, sustituyendo
los brillantes matices del Technicolor por
los pálidos empastes del Ansco. Peor
le fue a Minnelli con una opereta basada
en "Kismet", con temas
musicales sobre partitura de Borodin (Un
extraño en el paraíso,
1955), ajena a su cuerda y con un elenco
que no era el de su afiatado equipo (Howard
Keel, Ann Blyth, Vic Damone, Dolores Gray).
Fue un fracaso del que pudo reponerse afortunadamente
con Gigi, pero la época
dorada de la Metro se había terminado
y su última comedia musical para
el estudio fue Esta rubia vale un
millón (Bells Are Ringing,
1960), un asunto teatral que el director
resolvió acudiendo a la gracia natural
de Judy Holliday, con el contrapeso de Dean
Martin y escasas oportunidades de colocar
algún detalle de gracia, buen gusto
o dinamismo. Tras casi veinte años
en la MGM, donde dejó varios ejemplos
de inusitada calidad y fue sin lugar a dudas
uno de los impulsores del mejor período
de la comedia musical americana, su nombre
siempre estará ligado a esas culminaciones
que pueden revisarse hoy con inolcultable
placer sin que el tiempo haya mellado sus
principales virtudes. Minnelli falleció
en 1986 luego de dedicar su vida al cine
a través de 34 películas donde
dignificó la comedia musical y la
elevó a la categoría de género
mayor, tal vez una de las creaciones más
genuinamente cinematográficas del
ya centenario arte de imágenes en
movimiento. Por eso, y parafraseando el
título de su autobiografía,
lo recordaremos muy bien.
Filmografía
musical de Vincente Minnelli

Las nuevas Follies
de Ziefgeld
Una cabaña en las nubes
(A Cabin in the Sky, 1942). Prod.
Arthur Freed (MGM). Lib. Joseph Schrank
sobre pieza teatral basada en un tema de
Lynn Root con canciones de Vernon Duke (música)
y John Latouche (letra). Fot. Sidney Wagner.
Mús. Roger Edens. Dir. mus. George
Stoll. Canciones adicionales: Harold Arlen,
E. Y. Harburg y Duke Ellington. Coreog.
Archie Savage. Dir. art. Cedric Gibbons,
Leonid Vasian. Mtje. Harold F. Kress. Vest.
Irene Sharaff, Gile Steele. Con Ethel Waters,
Eddie "Rochester" Anderson, Lena
Horne, Louis Armstrong, Rex Ingram, Kenneth
Spencer, Oscar Polk, Duke Ellington y Orq.
(99 min.)
Marido
por accidente (I Dood It,
1943). Prod. Jack Cummings (MGM). Lib. Sig
Herzig, Fred Saidy sobre la película
de Buster Keaton "Spite Marriage"
(1929). Fot. Ray June. Mús. Merril
Pye. Canciones: Vernon Duke, John Latouche,
Ted Fetter, Cole Porter, Lew Brown, Ralph
Freed, Sammy Fain, Count Basie. "The
Jericho Ballet", por Richard Myers
(música), Leo Robin (letra), Kay
Thompson (orquestación), George Stoll
(dirección musical), Bobby Connolly
(coreografía). Dir. art. Cedric Gibbons,
Jack Martin Smith. Mtje. Robert J. Kern.
Vest. Irene Sharaff, Gile Steele. Metraje
interpolado de "Nacida para el
baile" (1936) y "Honolulu"
(1939). Con Eleanor Powell, Red Skelton,
Richard Ainley, Patricia Dane, Lena Horne,
Sam Levene, Thurston Hall, Hazel Scott,
John Hodiak, Jimmy Dorsey y Orq. (102 min.)
La
rueda de la fortuna (Meet Me
in St. Louis, 1944). Prod. Arthur Freed
(MGM). Lib. Irving Brecher, Fred T. Finklehoffe
sobre historias de Sally Benson. Fot. (Technicolor),
George Folsey. Dir. art. Cedric Gibbons,
Lemuel Ayers, Jack Martin Smith. Vest. Irene
Sharaff. Dir. mus. George Stoll. Superv.
musical, Roger Edens. Canciones: Ralph Blane
(música), Hugh Martin (letra). Coreog.
Charles Walters. Mtje. Albert Akst. Con
Judy Garland, Margaret O'Brien, Mary Astor,
Lucille Bremer, Joan Carroll, Henry H. Daniels
Jr., Leon Ames, Tom Drake, Marjorie Main,
Harry Davenport, June Lockhart. (113 min.)
Las
nuevas Follies de Ziegfeld (Ziegfeld
Follies, 1944-46). Prod. Arthur Freed
(MGM). Lib. George White, Al Lewis, Harry
Tugent, Irving Brecher, Peter Barry, Robert
Alton, David Freedman. Fot. (Technicolor),
George Folsey, Charles Rosher. Dir. art.
Cedric Gibbons, Merril Pye, Jack Martin
Smith, William Ferrari. Vest. Irene Sharaff,
Helen Rose. Superv. mus. Roger Edens. Dir.
mus. Lennie Hayton. Coreog. Robert Alton,
Charles Walters, Eugene Loring, Fred Astaire.
Mtje. Albert Akst. Sketches: 1) "Ziegfeld
Reviews His Past Triumphs", con
William Powell, los Títeres de Bunin.
2) "Bring On the Beautiful Girls".
Canción de Roger Edens (mús.)
y Ralph Freed (letra). Con Fred Astaire,
Lucille Ball, Virginia O'Brien, Cyd Charisse.
3) "A Water Ballet".
Canción de Harry Warren (mús.)
y Arthur Freed (letra). Con Esther Williams.
4) "Number Please". Dir.
Robert Lewis. Con Keenan Wynn, Grady Sutton,
Kay Williams. 5) "Traviata".
Música de Giuseppe Verdi. Con Marion
Bell, James Melton. 6) "Pay the
Two Dollars". Con Victor Moore,
Edward Arnold, Ray Teal. 7) "This
Heart of Mine". Canción
de Harry Warren (mús.) y Arthur Freed
(letra). Con Fred Astaire, Lucille Bremer.
8) "A Sweepstake Ticket".
Dir. Roy del Ruth. Con Fanny Brice, Hume
Cronyn, William Frawley. 9) "Love".
Dir. Lemuel Ayers. Canción de Ralph
Blane (mús.) y Hugh Martin (letra).
Con Lena Horne. 10) "When Television
Comes". Dir. George Sidney. Con
Red Skelton. 11) "Limehouse Blues".
Canción de Philip Braham (mús.)
y Douglas Furber (letra). Con Fred Astaire,
Lucille Bremer, Robert Lewis, Pamela Britton,
Elizabeth Jones, John Doucette. 12) "A
Great Lady Has an Interview".
Canción de Roger Edens (mús.)
y Kay Thompson (letra). Con Judy Garland.
13) "The Babbit and the Bromide".
Canción de George Gershwin (mús.)
y Ira Gershwin (letra). Con Fred Astaire,
Gene Kelly. 14) "There's Beauty
Everywhere". Canción de
Harry Warren (mús.) y Arthur Freed
(letra). Con Kathryn Grayson, Cyd Charisse.
(110 min.)
El
ladrón y la bella (Yolanda
and the Thief, 1945). Prod. Arthur
Freed (MGM). Lib. Irving Brecher, sobre
argumento de Jacques Thery y Ludwig Bemelmans.
Fot. (Technicolor), Charles Rosher. Dir.
art. Cedric Gibbons, Jack Martin Smith.
Vest. Irene Sharaff. Dir. mus. Lennie Hayton.
Superv. mus. Roger Edens. Coreog. Eugene
Loring, Fred Astaire. Mtje. George White.
Canciones: Harry Warren (mús.), Arthur
Freed (letra). Con Fred Astaire, Lucille
Bremer, Frank Morgan, Mildred Natwick, Leon
Ames, Jane Green. (107 min.)
Cuando
pasan las nubes (Till the Clouds
Roll By, 1946). Dir. Richard Whorf.
Prod. Arthur Freed (MGM). Biografía
de Jerome Kern (Robert Walker) con los números
de Judy Garland (como Marilyn Miller) dirigidos
por Vincente Minnelli: "Look for
the Silver Lining", "Who",
"Sunny". Fot. (Technicolor),
Harry Stradling, George Folsey. Coreog.
Robert Alton.
El
pirata (The Pirate, 1948).
Prod. Arthur Freed (MGM). Lib. Albert Hackett,
Frances Goodrich, sobre pieza teatral de
S. N. Behrman. Fot. (Technicolor), Harry
Stradling. Dir. art. Cedric Gibbons, Jack
Martin Smith. Vest. Irene Sharaff, Tom Keogh.
Dir. mus. Lennie Hayton. Canciones: Cole
Porter. Coreog. Robert Alton, Gene Kelly.
Mtje. Blanche Sewell. Con Judy Garland,
Gene Kelly, Walter Slezak, Gladys Cooper,
Reginald Owen, George Zucco, The Nicholas
Brothers. (102 min.)
Sinfonía
de París (An American
in Paris, 1951). Prod. Arthur Freed
(MGM). Lib. Alan Jay Lerner. Fot. Alfred
Gilks. Fot. ballet: John Alton. Dir. art.
Cedric Gibbons, Preston Ames. Vest. Orry-Kelly.
Vest. "Beaux Arts": Walter
Plunkett. Vest. ballet: Irene Sharaff. Mús.
George Gershwin. Letra de las canciones:
Ira Gershwin, B.G. De Sylva. Dir. mus. Johnny
Green, Saul Chaplin. Orquest. Conrad Salinger.
Coreog. Gene Kelly. Mtje. Adrienne Fazan.
Con Gene Kelly, Leslie Caron, Oscar Levant,
Georges Guétary, Nina Foch, Mary
Young, Eugene Borden, Martha Bamattre, Hayden
Roarke, Madge Blake, Ann Codee, Paul Maxey,
George Davis, Dick Wessel. (113 min.)
El
amor nació en París
(Lovely to Look At, 1952). Dir.
Mervyn Le Roy. Prod. Jack Cummings (MGM).
Sobre la obra musical "Roberta"
de Jerome Kern y Otto Harbach. Vincente
Minnelli dirigió el desfile de modas
final, sobre diseño de Tony Duquette.
Fot. (Technicolor), George Folsey. Coreog.
Hermes Pan. Vest. Adrian. Con Kathryn Grayson,
Red Skelton, Howard Keel, Ann Miller, Marge
y Gower Champion, Kurt Kasznar, Zsa Zsa
Gabor. (112 min.)
Brindis
al amor (The Band Wagon,
1953). Prod. Arthur Freed (MGM). Lib. Betty
Comden, Adolph Green. Fot. (Technicolor),
Harry Jackson. Dir. art. Cedric Gibbons,
Preston Ames, Oliver Smith. Vest. Mary Ann
Nyberg. Dir. mus. Adolph Deutsch. Canciones:
Arthur Schwartz (mús.), Howard Dietz
(letra). Coreog. Michael Kidd, Fred Astaire.
Mtje. Albert Akst. Con Fred Astaire, Cyd
Charisse, Oscar Levant, Nanette Fabray,
Jack Buchanan, James Mitchell, Robert Gist,
Ava Gardner. La voz de Cyd Charisse está
doblada en las canciones por India Adams.
(112 min.)
Brigadoon.
Prod. Arthur Freed (MGM). Lib. Alan Jay
Lerner, sobre obra teatral propia. Fot.
(Anscocolor, CinemaScope), Joseph Ruttenberg.
Dir. art. Cedric Gibbons, Preston Ames.
Vest. Irene Sharaff. Dir. mus. Johnny Green.
Canciones: Frederick Loewe (mús.),
Alan Jay Lerner (letra). Coreog. Gene Kelly.
Mtje. Albert Akst. Con Gene Kelly, Van Johnson,
Cyd Charisse, Elaine Stewart, Barry Jones,
Albert Sharpe, Hugh Laing, Virginia Bosier,
Jimmy Thompson, Dodie Heath, Tudor Owen,
Eddie Quillan. La voz de Cyd Charisse está
doblada en las canciones por Carole Richards.
(102 min.)
Un
extraño en el paraíso
(Kismet, 1955). Prod. Arthur Freed
(MGM). Libr. Charles Lederer, Luther Davis,
sobre obra teatral inspirada en tema de
Edward Knoblock. Fot. (Eastmancolor, CinemaScope),
Joseph Ruttenberg. Dir. art. Cedric Gibbons,
Preston Ames. Vest. Tony Duquette. Canciones:
Robert Wright, George Forrest, sobre temas
de Aleksander Borodin. Dir. mus. André
Previn, Jeff Alexander. Coreog. Jack Cole.
Mtje. Adrienne Fazan. Con Howard Keel, Ann
Blyth, Dolores Gray, Vic Damone, Monty Woolley,
Sebastian Cabot, Jay C. Flippen, Mike Mazurki,
Jack Elam, Ted de Corsia. (113 min.)
Gigi.
(1958). Prod. Arthur Freed (MGM). Lib. Alan
Jay Lerner sobre novela de Colette. Fot.
(Metrocolor, CinemaScope), Joseph Ruttenberg.
Asesor de colores: Charles Hagedon. Dir.
art. William A. Horning, Preston Ames. Diseño
de decorados y vestuario, Cecil Beaton.
Dir. mus. André Previn. Canciones:
Frederick Loewe (mús.), Alan Jay
Lerner (letra). Mtje. Adrienne Fazan. Coreog.
y dirección auxiliar: Charles Walters.
Con Leslie Caron, Maurice Chevalier, Louis
Jourdan, Hermione Gingold, Isabel Jeans,
Eva Gabor, Jacques Bergerac, John Abbott.
La voz de Leslie Caron en las canciones
está doblada por Betty Wand. (116
min.)
Esta
rubia vale un millón (Bells
Are Ringing, 1960). Prod. Arthur Freed
(MGM). Lib. Betty Comden, Adolph Green,
sobre obra teatral propia. Fot. (Metrocolor,
CinemaScope), Milton Krasner. Asesor de
colores: Charles Hagedon. Dir. art. George
W. Davis, Preston Ames. Vest. Walter Plunkett.
Dir. mus. André Previn. Canciones:
Jule Styne (mús.), Betty Comden,
Adolph Green (letra). Coreog. Charles O'Curran.
Mtje. Adrienne Fazan. Con Judy Holliday,
Dean Martin, Eddie Foy Jr., Fred Clark,
Jean Stapleton, Ruth Storey, Dort Clark,
Frank Gorshin, Ralph Roberts, Gerry Mulligan.
(125 min.)
En
un día claro se ve hasta siempre
(On a Clear Day You Can See Forever,
1970). Prod. Howard W. Koch para Alan Jay
Lerner Prod./Paramount. Lib. Alan Jay Lerner,
sobre pieza teatral propia. Fot. (Technicolor,
Panavision), Harry Stradling. Dir. art.
John de Cuir. Vest. Cecil Beaton, Arnold
Scaasi. Dir. mus. Nelson Riddle. Canciones:
Burton Lane (mús.), Alan Jay Lerner
(letra). Coreog. Howard Jeffrey, Betty Walberg.
Mtje. David Bretherton. Con Barbra Streisand,
Yves Montand, Bob Newhart, Larry Blyden,
Jack Nicholson, Simon Oakland, John Richardson,
Pamela Brown, Irene Handle. (129 min.) |