
El joven realizador Andrew Traucki nació
en Buenos Aires pero a los cuatro años,
y por la situación política
que estaba viviendo Argentina, se marchó
junto a sus padres a Australia, más
precisamente a Sydney, la ciudad donde
reside. Entiende algo de español
pero el idioma que habla es básicamente
el inglés. Su ópera prima
Black Water (2007,
codirigida junto a David Nerlich) casi
se exhibe en el pasado Montevideo Fantástico
2008 pero por un tema de distribución
no pudimos dar este film que en realidad
es algo más que una típica
monster movie (a diferencia
de lo que había sido la por momentos
interesante Rogue / El territorio
de la bestia, de Greg "Wolf
Creek" McLean, que contó
con un presupuesto mucho más
grande y fue estrenada el mismo año).
Black Water
se basa en el caso real de tres personas
que salieron a divertirse en un lugar
destinado a turistas y situado al Norte
de Australia, donde supuestamente nunca
se habían visto cocodrilos, salvo
aquellos que los parques tienen como
atracción turística. Pero
inesperadamente, en el estrecho y poco
profundo río Finness, donde se
hacían tours en botes y con guía
para pescar, apareció de golpe
un cocodrilo gigante de agua salada,
que llevó a esas tres personas
a vivir una verdadera pesadilla durante
casi 48 horas, agarrados de las ramas
del árbol de una zona pantanosa,
en diciembre de 2003. *
A diferencia de Primitivo
(Michael Katleman, 2007), Black
Water se la juega por el suspenso,
administrando de manera efectiva los
nervios y la tensión vivida por
tan solo tres personajes centrales y
un cocodrilo ensañado con ellos
y a centímetros de la acción
durante gran parte de esta obra independiente,
que se sitúa entre las mejores
hechas en los últimos años
dentro del subgénero de monstruos
marinos.
En las últimas
dos décadas se han contabilizado
doce muertes, entre residentes locales
y turistas, a causa de los cocodrilos
de agua salada que habitan al Norte
de Australia; allí se encuentra
la mayor población de este tipo
de reptiles de todo el mundo. Cuentan
con una experiencia de 200 millones
de años en habilidades de caza
y son capaces de nadar a 30 kilómetros
por hora bajo el agua, sin hacerse notar.
Se caracterizan por vigilar a sus presas
y aprender sus hábitos. En el
Norte de Australia habitan actualmente
unas 200.000 personas. La zona está
compuesta de siete grandes ríos
con mareas, que a veces traen alguna
sorpresa, como cocodrilos de agua salada
que se sienten invadidos dentro de lo
que consideran su propio territorio.
**
Arte7: ¿Has
podido hablar con alguno de los sobrevivientes
del caso real, antes o durante la filmación
de Black Water? ¿Tuviste
algún comentario de ellos, luego
de que se estrenara el film?
Andrew Traucki: No,
no hemos hablado con los sobrevivientes.
A7: Por lo que
pude ver hubo otro caso similar, con
una ecologista en Kakadú, que
al ir a un río sola y en busca
de piedras ancestrales de aborígenes
fue atrapada por uno de estos gigantescos
cocodrilos. ¿Incidió en
algo este otro caso real para la película?
AT: Eso también
lo tomamos en cuenta. Primero hice una
vasta investigación sobre ataques
de cocodrilos en el Norte de Australia,
y cuando me enteré del que había
sufrido esta mujer quedé asombrado,
por lo espectacular e increíble
que había sido.
A7: Al principio
del film se puede leer que los ataques
de estos reptiles en esa zona van en
aumento. Y la presencia humana también.
¿Esto lo pusiste como una advertencia
para la gente o fue un mensaje, digamos,
a favor de que los cocodrilos tuvieran
sus propios derechos a vivir pacíficamente
y sin ser molestados o invadidos?
AT: Es un hecho que
si las dos poblaciones van en aumento
la posibilidad de encuentros entre animales
y seres humanos va a ser inevitable.
En realidad el mensaje es más
una advertencia para el hombre, para
que tenga precaución al momento
de ir hacia esa zona, más allá
del motivo que pueda tener. La cantidad
de cocodrilos de agua salada está
creciendo vertiginosamente al Norte
de Australia.
A7: A propósito
de esto… ¿cómo han
reaccionado los residentes de esa zona
y en especial las autoridades ante los
casos donde algunas personas fueron
atacadas y muertas por cocodrilos? ¿Qué
responsabilidad tienen los parques turísticos
en todo esto?
AT: En realidad el verdadero
peligro viene del descuido de las propias
personas, por un lado, y de la poca
voluntad que pueda haber al momento
de intentar reforzar la seguridad, por
el otro. La mayoría de los residentes
del Norte de Australia sabe que tiene
que estar en permanente alerta en algunas
zonas de los ríos. Si los turistas
no se salen de los límites determinados
va a estar todo bien. Pero si alguno
quiere un poco más de aventura
y deambula por alguna zona peligrosa
o prohibida tendrá que tener
muchísimo cuidado.
A7:
¿Cuáles fueron tus influencias
al momento de hacer Black Water?
AT: Desde una perspectiva
amenazante te diría Diabólico,
Tiburón, Alien,
y las películas de David Lynch.
A7: Una de las
grandes virtudes en la obra es que no
solo jugás con el terror que
se ve sino también con el que
no se ve. Incluso con los propios nervios
de los actores, que tenían al
cocodrilo a centímetros de distancia.
¿Qué clase de terror preferís?
AT: Creo que hay mucho
más terror, tensión y
miedo en lo que no se puede ver. La
imaginación humana es una cosa
maravillosa, incluso más potente,
poderosa que lo que cualquier director
pudiera llegar a inventar. Por eso que
opté más bien por ese
lado, por darle al espectador las herramientas
necesarias como para que su imaginación
fuera creando la película en
su propia mente. Para mí la verdadera
amenaza de Black Water
no es el cocodrilo sino en saber dónde
diablos está.
A7: ¿Y
qué hay de los reptiles en sí?
¿Cómo reaccionaron tus
actores al estar tan cerca de los animales?
AT: Rodamos muy cerca
de enormes cocodrilos. Tuvimos la suerte
de poder estar del otro lado del cerco,
mientras filmábamos. Estos animales
son de los depredadores más letales
e impredecibles que pueda haber. Confieso
que por un lado estaba orgulloso de
poder hacer esto pero por otro pasé
bastante miedo. No salía del
asombro por estar en ese lugar para
filmar.
A7: Supe que una
de tus cámaras fue mordida por
uno de los cocodrilos y que otro te
entró a perseguir y que te salvaste
casi de milagro. Estamos realmente ante
una película independiente, ¿no?
AT: Así es. Y
no tengas dudas de que ésta es
una película de muy bajo presupuesto.
Aunque no lo creas, pudimos recuperar
la cámara que el cocodrilo quiso
tragarse y casi en condiciones normales.
Es más, esa parte está
metida en la película. Si se
hubiera tragado la cámara, nos
habríamos pasado del presupuesto…
A7: ¿Cómo
es hacer cine independiente en Australia?
¿Tuvieron algún tipo de
apoyo para la película?
AT: Pienso que hacer
cine independiente es muy difícil,
en Australia y en cualquier parte del
mundo. A pesar de que tuvimos algún
soporte gubernamental, hay tanta gente
acá que quiere hacer películas
que el dinero del Estado no da para
cubrir tanto. Por eso te digo que es
difícil.
A7: ¿Cuáles
son tus próximos proyectos? ¿Pensás
seguir dentro del género?
AT: Tengo en vista algunos
thrillers, más bien de suspenso
y anticipación.
A7: ¿Qué
pensás del resurgimiento del
nuevo cine de terror que se apoya en
la violencia gráfica extrema
y en el shock?
AT: No sé en
realidad adónde piensan llegar
los que se dedican a este tipo de películas,
porque el subgénero no tiene
mucho que ofrecer y por tanto se agota
rápidamente. Esto no es lo mío,
pero mientras haya personas dispuestas
a consumirlo va a seguir existiendo.
A7: ¿Has
sido contactado por algún estudio
norteamericano, luego de Black
Water, o por alguien dispuesto
a ofrecerte a dirigir una película
con un buen presupuesto?
AT: He tenido varias
charlas con representantes norteamericanos.
Pero ofertas concretas… ninguna.
A7: ¿Te
gustaría trabajar en Hollywood
o preferís mantenerte en una
línea independiente?
AT: Sí, claro
que me gustaría trabajar en Hollywood
pero tendría que ser algo donde
yo me sienta bien, en un proyecto que
fuera el indicado para mí.
A7: Fuiste extra
de la ópera prima de Jane Campion,
Sweetie. ¿Pudiste
hablar con ella alguna vez?
AT: Sí, conozco
a Jane, pero nada más que eso.
SI
AÚN NO VISTE LA PELÍCULA,
TE ACONSEJAMOS QUE NO LEAS LO QUE SIGUE
*
EL CASO REAL DEL RÍO
FINNESS

Una de las historias verídicas
en que se basa principalmente esta película
sucedió con tres jóvenes
amigos que fueron de vacaciones a una
zona donde uno de ellos acostumbraba
a ir con sus padres desde los 5 años
a acampar y donde jamás se había
visto un cocodrilo.
El destino quiso que
en esa ocasión sí apareciera
uno, en un río de escasa profundidad
y por donde se hacían tours en
botes y con guía para que la
gente pudiera pescar. De todas maneras
y por precaución, en algunas
zonas siempre hay letreros con la advertencia
"Prohibido nadar" o "Prohibido
acampar cerca de los ríos".
El jefe del operativo que salió
en busca de ellos no se cansaba de decir
que estos jóvenes simplemente
"tuvieron mala suerte".
A medida que se navega
por el río Finness los espacios
verdes al aire libre dejan paso a zonas
más pantanosas, oscuras, con
eucaliptus, palmeras, nidos de termitas
y enormes árboles. En los momentos
previos al ataque del cocodrilo, el
agua del río había subido
un poco, generándose una fuerte
corriente, lo que llevó a estos
jóvenes a buscar un área
más despejada y segura, mientras
iban caminando por el agua buscando
un lugar para instalarse.
Repentinamente dos de
ellos se dieron vuelta y vieron que
su amigo ya no estaba. Pensando en un
posible ataque de cocodrilo, corrieron
hacia un árbol cercano a la orilla.
A los pocos minutos pudieron ver a su
compañero, ya muerto, y un cocodrilo
"grande, negro y agresivo,
de cuatro metros de largo"
que lo tenía en sus fauces, agarrado
del hombro. Luego el reptil se sumergió
con su víctima y desapareció,
lo que llevó a esos dos amigos
a no moverse de las ramas del árbol
donde estaban.
El animal parecía
ensañado con los dos jóvenes,
ya que cada tanto venía a "visitarlos",
para luego sumergirse y desaparecer.
El temor y los nervios de uno de ellos
lo llevaron a que intentara subirse
a una rama un poco más alta,
pero resbaló y cayó, aunque
rápidamente volvió a treparse
y nada malo ocurrió.
Ambos tuvieron que pasar
la noche, con viento, frío, lluvia
y, por supuesto, sin dormir. Al otro
día, familiares y amigos salieron
a buscarlos, y encontraron un auto abandonado.
Finalmente la marina pudo dar con la
posición de ellos aunque no sabían
exactamente de donde venían los
gritos. Los dos jóvenes, casi
en estado de hipotermia, llegaron a
escuchar la advertencia de que no trataran
de alcanzar su embarcación en
el agua (que estaba a pocos metros),
ya que corrían riesgo de ser
golpeados y tirados al río por
el cocodrilo. El agua apenas tenía
poco más de un metro de profundidad
pero en ese momento el mismo se había
desbordado por las intensas lluvias
y el animal hasta podía subir
al bote para matarlos.
Dada la extrema peligrosidad
de la zona, y donde el cocodrilo no
se hacía ver, se pensó
en ir en helicóptero a rescatarlos,
pero las hélices podrían
complicar aún más las
cosas, debido a que las ramas podían
quebrarse y hacer caer a los aterrados
jóvenes. Al final fueron rescatados
al otro día, a las tres de la
tarde, y de inmediato trasladados a
un hospital, donde se comprobó
que estaban en buenas condiciones físicas
pero totalmente shockeados por la muerte
de su amigo, que trabajaba como mecánico.
Durante cuatro días buscaron
al cocodrilo pero no hallaron rastros,
salvo uno al que mataron pero que no
era el que había atacado al joven.
La aparición de un ciclón
aumentó dos metros más
la profundidad del río y eso
llevó a que se hiciera aún
más difícil la tarea de
encontrar el cuerpo del fallecido o
al menos alguna de sus prendas.
La hermana de uno de
los supervivientes estaba tan desesperada
que ansiaba tener al cocodrilo responsable
de todo este asunto como cartera. La
zona donde había aparecido repentinamente
el animal y donde no estaba permitida
la caza de cocodrilos, ahora se la autorizó
a ser zona de caza pero con mesura,
controladamente, desde que la población
de reptiles aumentó considerablemente.
Al día de hoy
70.000 cocodrilos están viviendo
en el Norte de Australia. En los ´70
la caza había reducido el número
a solo 3.000. Igual siguen siendo especie
protegida y son usados en lugares turísticos,
donde se los puede apreciar pero desde
un barco (por lo general nunca atacan
algo que sea más grande que ellos)
y a una distancia prudencial, dentro
de su entorno salvaje.
Un cocodrilo al que
llamaban "Sweetheart" se hizo
famoso por morder botes e intentar subir
a ellos. Se convirtió en leyenda
y su esqueleto se exhibe en el museo
de Darwin. Hubo cuatro muertes más
después de la del joven mecánico;
dos de ellas por gente nadando en un
lugar supuestamente seguro, y una niña
de ocho años que estaba parada
en la orilla del río y que de
golpe desapareció. De todas maneras
el turismo sigue viento en popa en esa
zona de Australia, donde el mayor atractivo
pasa por hacerlos impulsar desde el
agua para darles carne desde las embarcaciones.
Algunos prefieren sacar fotos y cuando
se sumergen los aplauden; todo supervisado
cuidadosamente por un guía.
Uno de los dos sobrevivientes
de este caso real se dedica a limpiar
piscinas, aunque antes les advierte
a sus clientes que saquen cualquier
juguete que tenga que ver con un cocodrilo
en la pileta. El otro quedó con
serios problemas psicológicos,
que le repercuten hasta el día
de hoy.
**
EL CASO REAL DE VAL PLUMWOOD

En 1985 la ecologista y filósofa
Val Plumwood sobrevivió al súbito
ataque de un cocodrilo, mientras iba
en una canoa y por un río cercano
al Parque Nacional Kakadú, también
al Norte de Australia y por una zona
donde supuestamente los cocodrilos de
agua salada no aparecían desde
hacía años. Su misión:
la búsqueda de piedras artísticas
hechas por aborígenes y muy difíciles
de encontrar.
En un momento sintió
como que algo muy grande se estaba moviendo
alrededor de ella y ahí fue cuando
decidió volver. Cuando con asombro
comprobó que la supuesta roca
que estaba viendo, y que no había
visto cuando ya había pasado
por ahí, era en realidad la cabeza
de un cocodrilo que inmediatamente desapareció,
no tuvo tiempo siquiera de reaccionar.
El reptil golpeó y dio vuelta
la canoa. Desesperada en el agua, Plumwood
salió nadando hacia un árbol
que estaba en la orilla y llegó
a tiempo, mientras el reptil se las
agarraba con un pedazo de madera de
la canoa. "Nunca voy a olvidar
la manera en que se quedó mirándome;
fueron varios segundos; después
se hundió y desapareció."
Cuando quiso saltar hacia otra rama
más segura, el cocodrilo se impulsó
de golpe con su cola desde el agua,
le mordió las piernas y la jaló
hacia el agua, donde empezó a
dar vueltas para arrancárselas.
El cocodrilo de agua salada se caracteriza
por desmembrar partes de sus víctimas
e ir guardándolas en un lugar
secreto, para luego comérselas;
no devora enteramente y de primera a
la víctima.
Mientras el animal intentaba
ahogarla para luego obtener su "recompensa",
Plumwood logró sacar la cabeza
y gritó desesperada pero el cocodrilo
no la soltaba, cuando en un instante
ella logró agarrarse de una rama
y por la fuerza que le hizo al animal,
éste finalmente desistió
y se marchó. El resultado: varios
dientes que quedaron marcados en ambas
de sus piernas, con la izquierda prácticamente
desgarrada.
Cuando todo parecía
haber vuelto a la normalidad el animal
vuelve a impulsarse y la jala desde
el árbol y de vuelta hacia el
agua, haciéndole daño
nuevamente en sus piernas y también
en la pelvis. Pero enseguida la soltó.
"Ahí
pude ir hacia la orilla, caminando como
pude y durante dos horas, con un dolor
insoportable, bajo lluvia y a los gritos,
tratando de llegar a la estación
central. Al final alguien me escuchó
y vino por mi ayuda. Después
tuve que soportar trece horas más
de dolor, para llegar al hospital Darwin.
Me dijeron que era muy difícil
que pudiera recuperar mi pierna, aunque
al final los médicos lograron
reconstruirla. La experiencia me ayudó
a valorar aún más la vida
y a no desperdiciarla.", comentaba
Plumwood.
"Antes escribía
sobre el valor que debemos darle a la
naturaleza, pero desde el ataque del
cocodrilo sólo escribo sobre
el poder que ella tiene y sobre esas
ilusiones que tenemos de que la podemos
controlar; los humanos no somos nada
especial; tan solo una parte de ella,
como los propios animales que la habitan.
Todavía nos entendemos como seres
ecológicos que forman parte de
una cadena natural de alimentación.
Aún estamos peleando contra ese
conocimiento. Durante un momento fui
parte de un mundo paralelo donde sólo
era un pedazo de carne y en el que no
contaba para nada. Tenemos que respetar
todas las formas de vida. Si bien el
reptil se apiadó de mí,
por cansancio, no creo que nosotros
hagamos lo mismo cuando estamos frente
a un animal al que solo vemos como comida."
Cuando se enteró
de que iban a ir en busca del cocodrilo
para matarlo, ella se negó rotundamente
a que lo hicieran. "Yo fui
la intrusa. Yo fui la que invadí
su territorio. Esto no es una cuestión
de venganza".
El 28 de febrero
de este año falleció por
causas naturales y no como consecuencia
de la mordedura de una serpiente o la
picazón de una araña,
como se pensó en principio. Tenía
68 años.