
El negocio siempre está en movimiento,
con clientes que van y vienen. El día
era lunes, la cita al mediodía,
y al fondo, en su pequeña oficina,
el popular Chele. La gente lo conoce de
haberlo visto y oído en sus peculiares
avisos publicitarios, tanto en radio como
televisión. Y a Arte7
no se le ocurrió mejor idea que
ir a entrevistarlo en un caluroso día
de verano y con la intención de
ver qué hay detrás de ese
hombre al que mirábamos tirar los
zapatos cuando éramos adolescentes.
Las sorpresas fueron varias; Chele, oriundo
de Melo (Cerro Largo), es un hombre creyente,
activo y solidario, amante del boxeo y
al que hasta incluso le mandan invitaciones
para hospedarse en famosos hoteles de
lujo de Estados Unidos y con motivo de
destacadas peleas. Entre empleadas y clientes
que le hacían consultas, llamadas
telefónicas, faxes y vendedores,
Chele comenzaba a contar algunas cosas
de su vida.
Te
puede sonar como algo bastante trillado,
pero ¿cómo empezaste en
el negocio de la venta de calzados?
(Risas)
Uuuhhh; puedo estar un rato largo contándoles
eso. Tuve que luchar y sacrificarme mucho.
Pasé mucho nerviosismo; no conocía
nada de calzado, aunque siempre tuve aptitudes
de vendedor. A veces iba a comprar algo
a un comercio y cuando veía que
entraba otro cliente que no estaba atendido
le decía "Señor...
(risas)". Empecé en un negocio
en 18 y Minas, el primer "Chele Calzados"
que tuve. Pero lo curioso es que arranqué
con 300 cajas vacías que había
comprado a un señor que me las
fió, y 36 pares de zapatos, también
fiados por Carlitos, un amigo armenio
que me dio una gran mano. Todos fueron
puestos en vidriera. Lo que suele hacerse
es poner uno dentro de esta última
y otro dentro del local, para que el cliente
se lo pruebe, pero como era poco el stock
que tenía decidí ponerlos
todos en vidriera. Entonces el que venía
pensaba que yo tenía 72 pares y
no 36. Adentro, en el local, no había
nada (risas).
Una buena manera de llenar el ojo...
Claro;
después le sugerí a este
mismo muchacho que quería conocer
a los propios fabricantes y que ellos
mismos me conocieran para que me dieran
crédito; para que me manden un
corredor, con la muestra. Y bueno; necesitaba
más zapatos, porque quería
inaugurar. Fui a la Lion D´Or, pedí
un servicio y terminé pagando con
las ventas posteriores al día de
la inauguración. En la guía
había buscado quiénes eran
los fabricantes - Bagnulo, Aníbal
Nieto, etc. - y los llamé por teléfono
para invitarlos al brindis, con clericó
y sandwiches. Luego le dije a Carlitos
que se pusiera en la puerta para avisarme
quiénes eran, así ya los
iba recibiendo. A medida que iban llegando
los invitaba a pasar. El problema era
que si alguno de los invitados abría
cualquiera de las cajas del local se iba
a llevar menuda sorpresa; estaban vacías.
Imagínate; si vienen a la apertura
de alguien que no conocen y todavía
ven las cajas sin nada...
... se terminaba la fiesta...

Exacto (risas); fijáte que para
un tipo que vino del interior tener un
negocio en 18 de julio era algo muy positivo.
Yo tuve que arrancar de cero y hasta el
día de hoy me considero honrado
de mano, honrado de boca y bien intencionado.
No toco lo que no es mío, evito
las mentiras o decir algo al cliente que
no sea lo correcto, ni tampoco creo falsas
ilusiones. Me defino como un trabajador
que siempre busca abrirse camino. Cuando
vine de Melo, en 1962 y a los 22 años
de edad, tan solo traje un certificado
de buena conducta. Me decían que
eso no me iba a servir para nada, pero
yo lo traje igual. Claro que no me sirvió
de mucho, aunque le pedía, de todas
maneras, a los fabricantes que me dieran
tiempo, que yo iba a vender zapatos e
iba a convertirme en un buen comprador
de material de fábrica. Yo vine
con la mejor intención y dispuesto
a hacer contactos, a hablar con la gente,
transmitiendo buena onda, fe y confianza,
siempre acompañado por una, dos,
tres cuotas de suerte, que a veces hay
que saber agarrarlas y no dejarlas pasar.
¿Qué pensás de la
actual crisis, la disparada del dólar...?
¿Cómo repercutió
eso en tu negocio?
Y... como
en el de mucha gente. El fenómeno
repercutió en el bolsillo pero
también en la psicología
de la gente. Sin embargo, creo que hay
que tener confianza en el futuro del país;
esta crisis, por ejemplo, ya ha pasado
en Uruguay durante otras épocas
y se pudo superar. No hay que salir a
buscar soluciones afuera. Tuve la oportunidad
de viajar mucho y charlar con argentinos,
brasileros y uruguayos que habían
emigrado. A algunos los encontré
más o menos bien aunque a otros
con muchas dificultades que tuvieron que
soportar incluso durante varios meses.
Ya veo que no te irías, entonces,
de Uruguay... Por un momento te imaginé
tirando los zapatos en Londres, París...
Nooo;
ya no tengo edad para andar tirando calzados
por Europa. A pesar de que en Uruguay
me va relativamente bien, yo siempre trato
de buscar la vuelta, busco y vivo desafíos
a diario; todos distintos, y los encaro..
A propósito del trabajo a diario,
hay veces que paso por "Chele Calzados",
miro para el fondo y siempre estás
ahí. No sos de esos dueños
que vienen a buscar la plata al final
de la jornada y se van para la casa.
Y... debo
ser uno de los pocos comerciantes que
siempre ha puesto la cara durante 42 años.
Soy una persona que se carga las pilas
y sigue para adelante. Ya tengo 65 años
y, en vez de pensar en una jubilación,
hago 300 abdominales por día. Me
gusta mucho la gimnasia, y trato de hacerla.
Hay veces que no tengo ganas, pero igual.
La hago, porque sé que me hace
bien.
Ya
que hablaste de ejercicios, ¿fue
idea tuya la de tirar los zapatos para
atrás?
Sí,
fue mía. Los avisos eran filmados
aquí mismo, sin libreto, maquillaje
ni asesor de imagen alguno. Yo mismo creaba
los avisos, sin consultar agencias de
publicidad. Quiero aclarar que en las
mismas tengo muchos amigos, pero no acudía
a ellas al momento de hacer los famosos
reclames.
En caso de que tuvieras que jubilarte
y elegir a una estrella para que tirara
los zapatos para atrás, ¿a
quién elegirías? ¿A
Claudia Schiffer, Patricia Della Giovanpaola,
Robert Redford?
Uuuhhh, nooo; ni ahí. Creo que
el día que me retire voy a agradecer
a la sociedad lo que me ha dado. Yo trato
de devolvérselo de alguna manera,
con promociones, gestiones para poder
vender a un precio accesible, con descuentos,
charlando con comerciantes, fabricantes
o importadores que son amigos de años.
¿Alguna vez rompiste algo o le
pegaste a alguien, dentro de todos los
productos que lanzabas hacia atrás?
Claro
que sí; he roto varias cosas, pero
igual se seguía filmando, porque
no se notaba (risas).

Otra curiosidad. ¿Por qué
las campanas que están al lado
de la caja y que vos siempre las tocabas
en televisión?
Uuuhhh,
la campana sigue sonando todavía.
Lo hago cuando se producen ventas, por
ejemplo, o bien para ahuyentar las malas
ondas. No son pocos los clientes que vienen
como a espantar las ondas negativas con
los campanazos. No tienen por qué
comprar un par de zapatos. Hay gente que
viene, la toca y se va. En realidad tengo
16 campanas de bronce. Te resumo la historia.
¿Ves ese busto de Artigas ahí
arriba? Yo he mandado a distintas partes
del interior de nuestro país unos
120 bustos de nuestro máximo prócer.
Y los he enviado a varias escuelas rurales
inclusive, que no lo tenían. Y
todo hecho sin interés ni propaganda.
De ahí que una mujer que trabajaba
en una escuela me mandó campanas,
como queriendo retribuir lo del busto.
Muchas están colgadas dentro del
negocio; es una tradición.
Veo la bandera de Uruguay detrás
de tu escritorio, veo el busto de Artigas...
sos una persona muy patriota.
Todos tenemos que ser patriotas. ¿Por
qué sólo los argentinos?
Muchos están pasando por una situación
desesperante e igual salen con la bandera
a la calle. ¿Y por qué nosotros
no?
También
distingo una foto de Gardel... ¡y
un montón del fallecido cantante
Rodrigo!
A Rodrigo
lo conocí un mes antes de su muerte,
en el Conrad de Punta del Este. Y en esos
quince o veinte minutos de charla estuve
con un tipo que me causó muy buena
impresión. Firmaba autógrafos,
atendía muy bien a la gente que
se le acercaba y lo rodeaba... Cuando
me enteré del accidente que acabó
con su vida como que me marcó;
me dolió mucho. Yo había
hecho contactos con la gente que trabajaba
con él y, luego de su fallecimiento,
recibí un montón de fotos
y posters que me mandaron de Argentina.
Otra cosa que me desconcertó fue
que a los seis meses de su desaparición
física varios clientes de "Chele",
sobre todo jóvenes, venían,
me pedían permiso y se arrodillaban
ante las fotos de Rodrigo que yo había
pegado en el local.
¿Qué hay de los elementos
cristianos que tenés en tu oficina?
¿Sos muy creyente?
Sí,
sí; creo en Dios, creo en la gente,
además. Si hay problemas pues pongo
la otra mejilla y sigo para adelante.
No podemos parar; tenemos que seguir todos
adelante; unidos, de la mano, luchando,
viviendo, respirando, comiendo, durmiendo.
Todo es parte de nuestra vida. Lamentablemente
no son pocos los que están con
mal carácter. Pero ellos no son
los culpables. El problema es que hay
una gran presión. Acá hay
clientes que discuten conmigo y luego
vienen, me agarran la mano y me piden
perdón, porque están muy
nerviosos. Y yo me doy cuenta de eso,
y no me hago problema alguno, debido a
que hay una gran amistad con ellos.
Las apreciaciones continúan; tu
oficina está llena de objetos vinculados
al boxeo.
Me encanta
el boxeo. Yo llegué a practicar
dicho deporte, tanto en Melo como Montevideo.
Hice exhibiciones para ayudar a la colectividad
italiana en Cerro Largo. Y, por suerte,
se hicieron algunos pesos. Antes de trabajar
con los zapatos, yo era mandadero y al
terminar mi jornada laboral me iba al
Boston a hacer sombra, bolsa. Ahí
me encontré con leyendas como Dogomar
Martínez, por ejemplo.
¿Y estos afiches de peleas en Estados
Unidos...?
Esas son
invitaciones gratuitas que me hacen a
las peleas. Acá tengo...; mirá,
acá tengo una para la segunda semana
de abril de 2003 y en un hotel más
grande que cualquiera de Las Vegas, durante
una semanita. Pero no voy a poder ir.
¿Tenés algún boxeador
preferido?
Oscar
de la Hoya. Todo un caballero; un gran
boxeador, más que peleador.
Un poco opuesto a la filosofía
de Tyson.
Seguro. Tyson es más bien un pegador.
Es un tipo que entra a matar. De la Hoya,
sin embargo, se preocupa por dar espectáculo;
él se mete a boxear. Las entradas
para sus peleas se pagan caro pero la
gente que lo ve sale conforme.
¿Nunca se te dio por comentar boxeo?
No tengo
tiempo.
Actualmente estás haciendo más
avisos en radio; no tanto en televisión.
Sí;
la situación económica no
da para seguir haciendo avisos televisivos
con la fluidez de antes. Ahora trato de
distribuir la cosa a través de
varias radios. Comienzo con el programa
de Cotelo en CX 30, de madrugada. También
estoy con Hugo en la 28. Mucho tiempo
hice publicidad en Carve, de tarde y con
el maestro Frade, en un programa llamado
"Gracias a la vida", donde la
gente contaba cosas que le pasaban o que
le habían pasado, al principio
negativas pero, generalmente, con un final
positivo.
¿Qué
hay de tu clientela? ¿Siempre es
la misma o varía con el tiempo
y la situación del país?
Pah; voy
como por la cuarta generación.
Primero atendí a aquellos muchachos
jovencitos, después estos se hicieron
hombres, se casaron, tuvieron hijos, nietos.
Y bueno; sigo con la misma clientela.
Es como una familia muy grande. Me saludan,
les pregunto cómo andan, ellos
a su vez me preguntan cosas a mí;
tenemos una muy buena comunicación.
Por lo que veo vienen más mujeres
que hombres al negocio.
Exacto,
las mujeres son mayoría.
¿Y qué hay de las empleadas?
Recuerdo que hace unos años eran
un poco más jóvenes y ahora
como que pusiste señoras mayores.
¡No,
no! Esas son las mismas personas que vos
veías años atrás
(risas). Yo acá tengo empleadas
de hace muchísimos años.
Tengo una que hace 22 años que
está, otra que lleva unos 15...
Yo a veces les sugiero que se jubilen,
pero ellas me responden que si lo hacen
se enferman, que quieren seguir trabajando
conmigo.
Ya veo que la familia no solo es afuera
sino también dentro del local.
Por supuesto.
¿Chele es tu apellido?
No; Chele
es mi nombre de pila. Mi apellido es Bella.
Mucha gente cree que Chele es un seudónimo
pero no es así.
¿Y la competencia cómo anda?
La competencia
es desleal y leal. Y hay que competir
con las dos.
¿A qué te referís
con desleal?
A que
de mañana tenés un precio
en vidriera, al mediodía tenés
que cambiarlo y de tarde hacer lo mismo,
y a la vez estar vichando todo. A mi me
obligan a moverme pero yo también
obligo a esa competencia desleal a cambiar
precios.
La gente también se beneficia con
las facilidades que le das.
Mirá;
hoy justamente inauguramos el "Crédito
Obrero", un crédito fácil
para toda aquella persona que no figure
en el clearing de informes. Tan solo exijo
el recibo de sueldo y seis meses de antigüedad
al trabajador y no un año, como
en muchos lados. Con este sistema sale
beneficiado tanto el comerciante como
el que viene a Chele. También le
digo a mis clientes que traigan los remedios
que no use y todavía no estén
vencidos para así dárselos
a alguien que los necesite y no tenga
dinero para comprarlos. Estoy haciendo
una campaña en conjunto con Abel
Duarte, el conductor de "Musicalísimo".
La "mini farmacia" está
allá, en Radio Oriental. Entonces,
si la gente quiere un remedio debe ir
a CX 12 y presentar la receta del médico.
Abel da la orden y así la persona
se puede llevar uno, dos y hasta tres
medicamentos. Incluso se han donado sillas
de ruedas, bastones, cristales de lentes,
armazones. El teléfono, por si
alguno de sus lectores de tu portal quiere
aportar algo, es el 401 4714. El que me
entrega algún remedio sabe que
de inmediato, en el mismo día,
parten para CX 12, Radio Oriental, y ahí
Abel los reparte a los más necesitados.
Teniendo en cuenta el trato especial que
le das al cliente, las ventajas que otorgás
para pagar, las obras de solidaridad en
las que venís participando, y la
experiencia y facilidad que tenés
a la hora de comunicar, ¿nunca
pensaste en hacer política?
Hace cuatro
años atrás me invitaron
a hacer política, pero yo no podía
entreverar las cosas. Tenía muchas
facilidades para entrar en el ambiente
y hasta, según un testeo, un buen
promedio de convocatoria. Pero prefiero
dedicarme a vender zapatos, a ser un comerciante
y nada más. Te cuento, a propósito
de esto, que hace unos siete u ocho años
entraron dos señores muy bien vestidos.
Representaban a una compañía
argentina de bombones y me trajeron un
cheque por diez mil pesos uruguayos. Yo
les pregunté, ¿por qué
lo del cheque? Y ellos me contestaron
que querían que yo me comiera el
bombón en televisión y tirara
el papel para atrás, como siempre
hice en la publicidad pero con mis zapatos.
Y la plata del cheque sería por
hacer tres o cuatro avisos que ellos ya
tenían pensados. Les dije que era
muy linda la idea, pero que no me gustaba
mezclar los bombones y los zapatos. Pero
eso no fue todo. Antes de que partieran
les ofrecí la nueva línea
de mocasines que me había llegado
(risas).
¿Le gusta el cine a Chele?
Muy poco.
Por ahí sí te veo algo de
acción o aventuras, las películas
de Rocky o de boxeo, en general. Las cinco
partes de Rocky las ví todas. Me
encantaron. Ahora, si tengo que ver algo
elijo moda; soy muy de mirar los zapatos
en los desfiles europeos. Modelos, combinaciones,
colores, y eso a veces lo grabo y luego
lo adapto a nuestro medio. Copio las tiritas
de las sandalias de mujer, por ejemplo.
Entonces no tendrías problema en
vender ropa...
Por supuesto
que no. Las prendas se venden mucho, sobre
todo las deportivas.

¿La gente
te reconoce en la calle?
Sí,
sí. No soy el tipo que acostumbra
a disparar, yéndose por la puerta
de atrás. A mí me gusta
salir por la de adelante. A veces estoy
en algún shopping y viene un grupo
de chiquilines para pedirme un autógrafo.
La primera vez pensé que era una
broma pero después me di cuenta
que no, que fue el padre de uno que le
dijo andá y saludá a ese
señor que está ahí,
que es fulano de tal.
¿Sos una persona que tiene enemigos?
Por suerte
no. Tengo la conciencia limpia, aunque
eso me cuesta mucha plata.
Porque si fueras un jodedor te la ahorrabas.
Claro,
vos me entendés...
Y ahora lo que todo Uruguay se pregunta,
¿quién era esa muñeca
o joven vestida como de payaso y que a
veces te acompañaba en los avisos
por Canal 5, mientras esperábamos
ver a Super Can o Don
Gato? No sé si era real
o tan solo algo que soñé
o imaginé...
¡¡¡Aaahhh;
Chancletita!!! ¡Se llamaba Chancletita!
Pero ahora debe tener como cuarenta y
pico (risas). Esa chica trabajó
conmigo durante 20 años. Era un
gran piba; muy buena. El asunto era que
teníamos que crear un personaje
y como ella era graciosa, tenía
chispa y me imitaba muy bien... Entonces
le dije que le iba a ser una moña,
dos trencitas y que iba a salir en televisión.
La idea era crear un personaje que me
retrucara lo que yo decía. Y te
vuelvo a reiterar; todo era acá,
en el momento, sin libreto. Fue una experiencia
fantástica; muy linda, realmente.
Lamentablemente, ella tuvo que conseguir
un trabajo que le quedara más cerca
de su hogar, dado que tenía problemas
familiares.
Y ahora que Credisol no está más...
¿quién paga?
Paga Chele
(risas). No; paga la gente, pero cómodamente
y sin que se vea afectado el presupuesto
mensual.
Le agradecemos mucho su gentileza y el
buen trato que nos dio.
Ha sido un gusto hablar con ustedes,
muchachos.

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