
Que el cine español está pasando
por tiempos de prosperidad no es algo novedoso.
Pero lo verdaderamente inusual es la nueva
oleada de cineastas jóvenes y talentosos
que cautivan a amplios sectores de crítica
y público por igual, tanto a nivel
nacional como internacional. De la Iglesia,
Amenábar, y León de Aranoa
son nombres que resuenan mucho cuando se
habla del "nuevo cine joven español".
Mucho se le debe al gran Almodóvar,
quien supo captar con sus excentricidades
a fines de los ´80 una atención
masiva a la entonces olvidada cinematografía
hispana. Hoy los nuevos cineastas han sabido
mantener y ampliar esta atención,
ofreciéndole al público obras
atractivas y sin que en ellas se vislumbre
un decaimiento en la calidad. El resultado:
una explosión de productividad en
el cine español, pasando de 59 películas
en el año ´95 a 110 en el 2003.
Es cierto que España tiene una tradición
cinematográfica centenaria, que existen
escuelas de cine desde hace más de
50 años y que los nuevos cineastas
gozan de importantes beneficios estatales;
todo esto juega en pro de la calidad y de
la cantidad, pero la considerable aceptación
de un público en permanente crecimiento
ha sido decisiva para agudizar esta tendencia.
Si hay algo que caracteriza a este nuevo
cine es su falta de pretensiones. En casi
todos los casos lo que parece importar es
más el afán por contar una
historia que el demostrar las aptitudes
cinematográficas de los realizadores.
Se denota también una gran incursión
en el cine social, en el documental, (en
este caso reflejo de una gran incursión
a nivel mundial), en la comedia costumbrista
y muy a menudo en el "esperpento",
género españolísimo
originario de la literatura en el que se
plasma en las obras una visión deformada
y grotesca de la realidad.
Los directores ya consagrados de la nueva
generación son en principio cuatro:
Julio Medem, Alex de la Iglesia, Alejandro
Amenábar y Fernando León de
Aranoa, pero también han dado mucho
que hablar Javier Fesser, José Luis
Guerín, Isabel Coixet, Iciar Bollaín,
Cesc Gay, David Serrano. En Uruguay es muy
difícil acceder a muchos de los films
de estos directores, a no ser que se posea
una conexión permanente a internet
o contactos extraordinarios. El presente
abordaje al nuevo cine español es
entonces parcial, y los cineastas que se
presentan son sólo los más
meritorios de entre los que se han llegado
a conocer.
EL ESPERPÉNTICO ALEX
Nacido en Bilbao en 1965, Alex de la Iglesia
pasó gran parte de su infancia y
adolescencia pegado a la televisión,
leyendo historietas y viendo toda clase
de películas, en particular las del
cine de géneros. Luego de haberse
licenciado en la Facultad de Filosofía
de la Universidad de Deusto decidió
dedicarse al cine debutando con el cortometraje
Mirindas asesinas, en el
que Alex Angulo (uno de sus actores fetiche)
sufría un arrebato de violencia luego
de tomar una mirinda en un bar.
El cine de de la Iglesia se caracteriza
por su humor negrísimo, sus personajes
a la vez patéticos y adorables, y
por situaciones que rayan continuamente
en lo grotesco. En honor a la verdad estas
tres características son también
compartidas por los films de varios directores
coterráneos suyos como Javier Fesser,
Juanma Bajo Ulloa y Santiago Segura, pero
lo que tal vez diferencie a Alex de la Iglesia
es su abordaje, a medio camino entre la
nostalgia y la sátira, a los comúnmente
llamados géneros menores.
Tarantino en Kill Bill
parodiaba y homenajeaba a un cine de géneros
que lo formó, pero lo hacía
con un respeto mayúsculo, casi solemne.
Alex de la Iglesia por el contrario hace
el hincapié en la sátira y
no tanto en el homenaje, como si fuese consciente
de la pésima calidad media de las
películas con las que se regocijaba:
las de ciencia ficción y terror clase
Z, las road movies, las comedias de golpe
y porrazo, las del spaghetti western. En
sus mejores películas (El
día de la bestia, Muertos
de risa, 800 balas)
se denota un mayor respeto por la trama
y por sus personajes y deja en evidencia
que por detrás de este director sarcástico
e irreverente existe un autor profundamente
comprometido con su material.
Además de ser un buen cineasta, Alex
ha demostrado ser un excelente orador; carismático
y verborrágico, entretiene y convence
con sus inteligentes aportes en entrevistas
o conferencias. De muestra, un par de botones:
"¿Por qué hay una
relación entre inteligencia y aburrimiento
en el cine? Pues porque si tú te
estás aburriendo, te entretienes
pensando qué sentido puede haber
en las imágenes que estás
viendo. O sea, si tú estás
en el cine y te coñas, conviertes
una película que sencillamente es
un aburrimiento, en una obra de arte. Es
una labor creativa y tiene el interés
de transformar en creadores a los críticos
porque tú mismo tienes que aportar
algo que no existe. Entonces empiezas a
decir `veamos, me estoy coñando como
nunca en mi puta vida. ¿Qué
quiere decir ese cuadro que está
ahí al fondo?, ¿Por qué
este personaje ha entrado ahora?´
Ya no estás viendo una película.
Estás creando un Cosmos tuyo. Precisamente
ahí es cuando surgen las películas
geniales, cuando el que es genial realmente
es el crítico responsable de ese
mundo a base de nada."
"Los verdaderos transgresores estaban
una generación más atrás:
es el cine de Berlanga, Marco Ferreri o
Azcona, que hacían un cine provocador
y radical, absolutamente divertido, sangrante
y con una fuerza asombrosa. Y lo hacían
en pleno franquismo, por lo que no cabe
ninguna duda que una situación dramática
no hace más que generar comedias
bestiales. Ese es el grupo de gente a la
que admiro y de la que me siento más
cerca."
AMENÁBAR O EL HORROR PSICOLÓGICO

Fionula Flannagan y Alejandro Amenábar
en el set de Los otros.
Nacido en Santiago de Chile en el año
1974, Alejandro Amenábar siendo un
niño muy pequeño comenzó
a vivir en Madrid, donde residiría
toda la vida. Se instruyó como autodidacta
en música y cine, y a los 23 años
dirigiría su primer largometraje,
Tesis, que se llevaría
nada menos que siete premios Goya. Es lógico
entonces que por su edad y su prematuro
éxito se haya convertido en toda
una promesa para el cine español.
Los medios han impreso todo tipo de calificativos,
a favor y en contra, con respecto a este
joven autor. Desde exageraciones tales como
llamarlo "el Orson Welles español"
hasta degradaciones que lo sitúan
por debajo de cualquier parámetro
existente.
Lo cierto es que Amenábar tiene el
mérito de haberse adentrado en un
género que, exceptuando las películas
del magistral Narciso Ibáñez
Serrador, no ha tenido precedentes en el
cine español: el suspense o thriller,
en su estado más puro en Tesis
y un poco más inclinado a la ciencia
ficción en Abre los ojos
y al terror en Los otros.
Pero si el cine de Amenábar engloba
ciertas características típicas
del thriller hollywoodense como las estructuras
narrativas clásicas o las vueltas
de tuerca finales, al igual que el cine
de Ibáñez Serrador apunta
siempre a la reflexión, al mejor
estilo del cine de autor europeo.
En sus primeras dos películas Amenábar
metía el dedo en la llaga con temas
sumamente inquietantes para el espectador.
En Tesis se trataba el
fenómeno de las cintas snuff (películas
sobre violencia y muertes reales), dando
a entender su existencia a partir de un
morbo latente en todo ser humano, reprimido
en la mayoría de los casos, pero
muchas veces estimulado y potenciado por
los medios masivos de comunicación.
En Abre los ojos el tema
era el culto a la imagen en las sociedades
actuales, y como la vida social de un hombre
exitoso puede destruirse al haberse desfigurado
su rostro por un accidente.
En su tercer
film Amenábar desplegaba exitosamente
todo un arsenal de recursos cinematográficos
en función del suspenso y el terror
psicológico y se sacaba las ganas
de filmar la película que él
quería ver como espectador. Fuertemente
seducido por Al final de la escalera
(The Changeling, 1980) de Peter Medak y
por Suspense! (The Innocents,
1961) de Jack Clayton dirigió Los
otros, en la que Nicole Kidman
y sus hijos fotosensibles eran acosados
por apariciones sobrenaturales.
El imprevisto fue que Sexto sentido,
un thriller de fantasmas que tiene varios
puntos en común con Los otros
se estrenó un año antes, y
fue un éxito de taquilla arrollador.
Una gran porción del público
que fue a ver Los otros
ya había visto Sexto sentido
y, con razón, le sonó a historia
repetida, a pesar de que el guión
de Amenábar ya estaba escrito antes
del estreno de Sexto sentido.
Los otros carecía
entonces del impacto de la novedad, pero
aún así se convirtió
en la película más taquillera
en la historia del cine español.
EL CINEASTA DEL PUEBLO
El madrileño Fernando León
de Aranoa (1968), con sólo tres largometrajes
de ficción en su haber, es hoy uno
de los mayores referentes del cine social
europeo. A un nivel que si bien no adquiere
el revuelo del maestro Mike Leigh, su cine
supera con creces al de grandes consagrados
como Ken Loach o Laurent Cantet y comparte,
casualmente, muchos puntos en común
con el de los directores uruguayos Stoll
y Rebella: cuadros urbanos que traen a cuento
toda una problemática social, un
abordaje realista que oscila entre el humor
y el drama, y un trazado de personajes creíbles
y complejos.
Su cine evita un defecto común en
el cine social (muy común en el de
Ken Loach) que es el colocar a los personajes
en bandos antagónicos al dejarlos
caer en encasillamientos de buenos/malos
o víctimas/victimarios, como si las
desgracias expuestas fuesen producto de
la mala voluntad, consciente e inescrupulosa
de cierta gente deleznable e incomprensible.
La realidad, inabarcable y compleja, resiste
a estos reduccionismos y el cine de León
de Aranoa no echa culpas ni intenta dilucidar
las razones de los conflictos en cuestión,
sino que se limita a mostrar, dejando en
evidencia, tal vez, que nuestra ignorancia,
nuestro desdén, y nuestra inactividad
con respecto a estas situaciones retroalimentan
un sistema enfermo que excluye, reprime
y deja morir para continuar existiendo.
Otro mérito nada menor es el generar
una empatía a tal punto con los personajes
que aún un espectador del tercer
mundo conocedor de realidades cualitativamente
peores pueda llegar a sentirse involucrado
e identificado con ellos. Aquí juegan
fuerte sus temáticas, que no se arraigan
a la coyuntura política o social
española sino que son compartidas
universalmente, y una excelente dirección
de actores, en la que León de Aranoa
dice poner especial énfasis.
De estos tres directores comentados León
de Aranoa es el que más se despega
de las tendencias de Hollywood: "Cuando
le pasé a un amigo el guión
de Barrio, para que me lo critique, me aseguró
que `estaba perdido´ porque
el primer plot sucedía a los catorce
minutos; `se van a ir del cine´,
me dijo. Yo le respondí:
`me importa una mierda el primer plot, o
que se vayan del cine, lo que quiero es
contar una historia, si consigo que la gente
se enamore de estos tres tíos, si
consigo eso en diez, doce, quince o veinte
minutos, se van a quedar, no se van a ir
porque les va a importar lo que les pase.´"
Dos directores españoles también
de la nueva generación e igual de
prometedores y talentosos como los comentados
quedaron en el tintero, el primero, Javier
Fesser, del cual en Uruguay sólo
se puede ver una película en video,
la delirante El milagro de P. Tinto.
El segundo, José Luis Guerín,
del que su brillante documental En
construcción tuvo una fugacísima
aparición por las carteleras montevideanas.
Se les hará justicia en una próxima
entrega.
En síntesis: el nuevo cine español
llegó para quedarse. Es cierto que
por ahora no ha parido ninguna gran obra
maestra, pero cualquiera de estos tres jóvenes
tiene la "madera" como para concebirla.
Tal vez en diez años alguno de ellos
(o los tres) llegue a la talla de un Almodóvar.
El tiempo lo dirá.
Las imprescindibles
De Alex
de la Iglesia:
-El día de la bestia
(1995)
-Muertos de risa (1997)
-800 balas (2001)
De Alejandro Amenábar:
-Tesis (1996)
-Abre los ojos (1997)
-Los otros (2001)
De Fernando León de Aranoa:
-Familia (1996)
-Barrio (1998)
-Caminantes (2001)
-Los lunes al sol (2002)
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