MASH,
de Robert Altman
SANGRE, SUDOR Y BULLICIO
por Diego Faraone
(diciembre, 2005)
"Toda película
tiene que nacer de su época para
ser eficaz." Fritz Lang
Para entender mejor el revuelo que causó
MASH en su momento hay que saber situarse
en el contexto histórico en el que
tuvo lugar su estreno. En 1970 los aviones
norteamericanos habían arrojado más
bombas sobre Vietnam que en cualquier conflicto
bélico anterior, las bajas norteamericanas
se contaban por decenas de miles, y al menos
desde 1968 la intervención en Vietnam
había despertado el rechazo masivo
de la opinión pública estadounidense.
En Estados Unidos los medios de comunicación
verborreaban abiertamente en contra de la
guerra y las movilizaciones sociales eran
una constante. Se ha dicho con razón
que en la película se reflejó
un estado de ánimo colectivo de disconformidad
e irreverencia propio de la época,
y que su antibelicismo sarcástico
se acoplaba perfectamente con lo que gran
parte del público sentía y
deseaba ver.
Si bien
la novela original de Richard Hooker se
ambienta en la Guerra de Corea, Altman no
hizo originalmente ninguna referencia en
la película a una ubicación
geográfica concreta, y los hechos
narrados podían perfectamente acontecer
en Vietnam (1). Sólo luego de que
los ejecutivos de la Fox exigieran que se
hiciera al menos una alusión a Corea,
el director introdujo al comienzo intertítulos
que nombraban directamente al conflicto.
Nadie les prestaría demasiada atención,
y la película sería vista
como una crítica inmediata a la presencia
de EEUU en Vietnam.
Se puede
decir que el estreno de la película
fue producto de un descuido. Mientras se
filmaba MASH la Fox rodó
simultáneamente otras dos películas
bélicas: Patton
(Schaffner, 1970) y Tora! Tora!
Tora! (Fleischer, Fukasaku, 1970)
y se le estaba prestando particular atención
a estos caballos de batalla que significaban
mayores riesgos para la compañía.
Una producción menor y poco prometedora
como MASH no requería
demasiada supervisión, siempre que
el director se adaptara al presupuesto establecido
(2).
El proyecto
había sido rechazado por 17 directores,
Kubrick, Mike Nichols y Arthur Penn incluidos,
y fue a parar al fin a las manos de Altman,
hasta entonces un perfecto desconocido.
Al comenzar a rodar ubicó a todo
su equipo en el patio trasero de los estudios
para no llamar demasiado la atención
y poder cambiar a escondidas el guión
escrito por Ring Lardner Jr. a su gusto.
Los avatares
de la filmación incluyen altercados
de todo tipo del director con los actores
(3), con el guionista y con la burocracia
de la Fox, con la que continuaría
profundamente enemistado incluso después
del rodaje. Para asegurarse de que las escenas
de quirófano no pasaran por las tijeras
de la Fox, Altman organizó funciones
de preestreno para estudiantes, y visto
el entusiasmo con que la película
fue acogida, los ejecutivos del estudio
no se animaron a censurarla. MASH
terminó recaudando 37,5 millones
de dólares en su estreno, y fue el
tercer film más taquillero del año,
después de Love Story
(Hiller, 1970) y Aeropuerto
(Seaton, 1970).
Altman comienza
a hacer uso de recursos cinematográficos
muy originales para lo que se acostumbraba
en el cine norteamericano de la época
y que luego se convertirían en rasgos
autorales propios. Uno de ellos fue el de
incitar a los actores a la improvisación,
para captarlos luego con el uso de un zoom
sin que ellos se dieran cuenta. Otro fue
provocar a propósito la superposición
de diálogos, que conjuntamente con
la sobreabundancia de personajes en una
misma escena, otorgaba naturalidad y cierto
aire de caos y desorden a la película
(4). No en vano en su momento se llamó
a Altman "el Berlanga americano".
Se hace
presente la intención altmaniana
de mostrar a grupos sociales en su dinámica,
sin detenerse demasiado en uno u otro personaje,
y utilizando hilos narrativos mínimos.
Esta fijación se extendería
a películas posteriores como Nashville
(1975), Un día de boda
(1978), Las reglas del juego
(1992), Ciudad de Ángeles
(1993), Pret a porter (1994),
Kansas City (1996) o Gosford
Park (2001), en las cuales del
comportamiento individual de los miembros
del grupo y de las interacciones entre ellos
se desprenden ideas generales, y se advierten
los dardos que el director arroja al poder
político y económico, a las
grandes corporaciones o a la industria del
espectáculo.
Pero MASH
está provista de energía y
humor negro como rara vez se ha vuelto a
ver en la obra de Altman. Su aparente desprolijidad
la vuelve aun más anárquica
y vital, y las escenas con abundancia de
sangre sirven como bajadas a tierra que
aportan a la comedia una gravedad y un sentido
de denuncia inmediata sin precedentes y
que el director no volvería a repetir.
Hay que
comprender lo fuerte que pegaba el exceso
de sangre al público de principios
de los setenta. Salvo los allegados al incipiente
cine gore o a los más violentos
policiales y westerns estarían acostumbrados
a ver semejante reguero de sangre. En Tora!
Tora! Tora! y Patton
apenas se la veía, y la guerra era
presentada fundamentalmente como los movimientos
estratégicos y las jugadas diplomáticas
necesarias para detener el avance de los
alemanes o los japoneses. Con Vietnam ni
un punto de contacto (5), y en Patton
por más exageradas y demenciales
que se presentaran las ideas belicistas
y patrióticas del protagonista, se
entreleía una empatía con
el personaje y cierto respeto solemne por
las hazañas bélicas norteamericanas.
Pero el
mayor acierto de Altman y lo que provoca
verdadera estupefacción aún
hoy es haber abordado a seres humanos que
conviven directamente con una de las peores
facetas de la guerra, y que en lugar de
deprimirse y enfrentar la situación
con una gravedad trágica, aprovechan
toda posibilidad de esparcimiento para explotarla
al máximo. Paradójicamente,
en un campamento quirúrgico situado
a cinco kilómetros de las líneas
de combate y al que llegan continuamente
soldados acribillados, mutilados, incinerados
y/o destrozados por las bombas y la metralla,
también hay lugar para el sexo, el
alcohol, el juego y las bromas. Para pasarla
bien, vamos.
Aquí
se echa mano a la capacidad del hombre para
adaptarse a cualquier entorno, por opresivo
que sea, y a aprender a vivir en él
aferrándose a los placeres terrenales
como vía de escape al horror que
le toca afrontar a diario. Esto posteriormente
se mostraría mejor que en ninguna
otra película, con incisiva brutalidad
y llevado a un contexto extremo, en la magnífica
Salo (Pasolini, 1976).
A diferencia
de MASH, en su obra posterior
Altman tendría problemas para darle
un ritmo consistente a sus relatos, y la
mayoría de sus películas puede
conducir a la apatía o al aburrimiento.
Lo cierto es que Paul Thomas Anderson, el
mejor de los seguidores de su estilo, ha
sabido superar con creces las carencias
de su antecesor, incorporando tensión
dramática y nervio en sus obras corales,
así como una mayor presencia y una
más sustanciosa carga emocional a
los personajes.
(1) Incluso
hay una escena en que se muestra a varios
asiáticos usando sombreros de tipo
vietnamita, que deja en evidencia las verdaderas
intenciones del director.
(2) Altman
procuró gastar lo mínimo posible
en el rodaje con tal de no ser molestado,
logrando incluso que sobraran 500 mil dólares
de la cifra estipulada.
(3) Donald
Sutherland y Elliot Gould, indignados por
la forma desordenada de filmar de Altman,
pensaban que él estaba loco y que
iba a arruinar la película y sus
carreras, por lo que pidieron al productor
que lo despidiera. El éxito de MASH
terminaría por catapultar a ambos
actores al estrellato.
(4) M.A.S.H.
son las siglas de Mobile Army Surgical Hospital,
(Hospital Quirúrgico Móvil
de la Armada), pero también significa
"lío" o "alboroto".
(5)
En honor a la verdad esto no debería
llamarnos demasiado la atención.
Hoy los hechos relatados en las producciones
bélicas hollywoodenses no tienen
ni un punto de contacto con lo sucedido
en Irak o Afganistán.
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