
Ya se ha escrito en este portal cinematográfico
acerca del film El cisne negro,
del muy inquietante cineasta estadounidense
Darren Aronofsky. De ahí que sólo
se harán algunas breves reflexiones
sobre la brillante performance
realizada por Natalie Portman, la heroína
romántica de este thriller gótico,
psicológico, y/o cuento de hadas,
donde la desmesura se puede volver realmente
trágica o donde el horror sobre
el temor y la violencia que están
presentes en el fenómeno artístico
es de una total contundencia.
Portman ya ha sido laureada por el Globo
de Oro como actriz dramática, ha
sido privilegiada por el Premio del Sindicato
de Actores (SAG), y por el Bafta británico,
por su personaje dual y ambiguo (cisne
blanco - cisne negro; con las respectivas
connotaciones de inocencia temerosa y
sensualidad desbordada).
Según expresiones del director
de Pi, el ballet como
microcosmos cerrado, resulta ser un vehículo
ideal para plasmar "una historia
sobre la sangre, el sudor y la locura
de la creación, y tiene en sí
mismo algo de ordalía",
es una suerte tal vez de prueba mágica-religiosa
para los agonistas que se proponen volar
física y mentalmente hacia las
regiones de lo sublime.
Así lo vive el personaje de Nina-Portman,
que pasará a ser la primera figura
de un cuerpo de baile neoyorquino, cuyo
director ha desplazado por el declive
que trae aparejado el paso del tiempo,
a una gran estrella, Beth, encarnada magistral
y fatídicamente por Winona Ryder;
con la finalidad de poner en escena una
nueva versión de "El lago
de los cisnes" del célebre
compositor ruso Pyotr I. Tchaikovsky.
Es magnífico cómo el realizador
va hilando la vida casi monástica
que lleva Nina, en su adherencia al trabajo
ritualista, devoto, disciplinado de la
danza clásica, con los metódicos
ejercicios en la barra, la minuciosa preparación
de las zapatillas de baile, la práctica
individual frente al espejo, los exigentes
ensayos con sus pares, y otros largos
etcéteras. Nina vive con una madre
castradora (genial Barbara Hershey), cuya
carrera como bailarina quedara abortada,
y quien vicariamente le exigirá
a su hija, lo que no pudo alcanzar para
ella.
En la carrera de Nina, también
se interpondrá otra bailarina,
proveniente de San Francisco (notable
actuación de Mila Kunis), que posee
mejores condiciones para encarnar la malicia,
el descontrol emocional del "cisne
negro", y que en cierta forma la
hará caer a Nina en un interjuego
surrealista u onírico, en el lado
insano de la rivalidad, en la claustrofobia,
en un ciclo de obsesiones y compulsiones
crueles, mostradas por una serie de secuencias
estremecedoras. Portman se irá
así internando en el mundo de las
pesadillas, de las alucinaciones y de
la locura en el contexto de su transformación.
Natalie Portman sin lugar a dudas, merecería
ser tocada por el Oscar, ya que en su
apasionada interpretación, de hacer
posible lo imposible, ha llegado a la
perfección artística como
forma de ser y de trascender. Magnífica.