
Lo de sentimiento inexplicable no es lo
que más coincidiría con el
relativo éxito de cualquier secuela
de Martes 13
(Friday the 13th). Más bien se debe
a un rito ejercido por parte de un puñado
de seguidores, desparramados por el globo,
que hace que cada película recaude
un promedio de 25 millones de dólares,
al menos en Estados Unidos, y que, por lo
tanto, tenga continuidad. También
puede asociárselo a una simple adicción
hacia un loco psicótico alto, robusto
y que viste ropa sucia de fábrica,
que lleva una máscara de hockey delante
de un rostro deforme y un relativamente
limitado cerebro que solo piensa en matar,
quizá en nombre de una madre asesinada
o bien porque el infierno cada vez se codea
más con él, convirtiéndolo
en mal puro e imbatible.
Lo cierto es que existe gente como nosotros
(que incluso comenzamos a hablar en el barrio,
entre otras cosas, por ser fanáticos
de la saga Martes
13, allá, a fines de la década
del ´80) que sigue desde sus comienzos
los enchastres de Jason; ya sea en cine
(estas películas eran un clásico
de los bonos liceales; a los del Centro
en general no nos dejaban entrar por ser
menores) o en video (pocos, como el desaparecido
Video Club Del Sol se daba el lujo de poseer
en sus estantes todas las Martes 13).
Pero la
saga es odiada por la crítica y también
por ese espectador de gran público.
Es muy fácil, claro, hasta para un
adolescente de quince años, decir
que una cuarta, quinta o décima parte
va a ser mala. No obstante hay algunos elementos
llamativos en cada una de las películas
donde aparece Jason Voorhees, aquel niño
que se había ahogado en un lago (el
Crystal Lake) pero que, sin embargo, pudo
haber sido salvado por los responsables
del lugar, de no haber estado tan distraídos.
La madre fue más que consciente de
eso y decidió tomar acción
por mano propia. Hay bastante de Noche
de brujas (John Carpenter, 1977)
y del modelo de Bahía
de sangre (1971), empleado por el
maestro italiano Mario Bava. De Martes
13 II: Los
asesinatos continúan (1981)
hasta la reciente Jason
X (James Isaac, 2001) las películas
se convirtieron en mera excusa para masacrar
jóvenes y adultos, ya sea en campamentos
de verano, barcos, ciudades y hasta naves
espaciales, aunque casi todas pasaron por
realizadores dignos que incluso intentaron
darle su propio toque de distinción
al producto de turno y con diversos resultados.
El único
gran defecto de toda esta saga es que muchas
secuelas no respetan lo ocurrido en las
anteriores; es decir que el espectador se
va a encontrar con fechas y hechos que no
coinciden del todo. Seguidamente, vamos
a hacer un repaso medular a cada una de
las diez partes (nos quedó mucha
cosa fuera), quedando a la espera de la
inminente Freddy
vs. Jason, que se estrenará
a mediados de este año (2003) en
Estados Unidos y que estará dirigida
por el chino Ronny Yu. El asesino de la
saga Pesadilla en lo profundo de la noche
volverá a estar encarnado por Robert
"I need the money" Englund, quien
siempre dice "nunca más
voy a ponerme en la piel de Freddy Krueger"
aunque permanentemente vuelva con la cola
entre las patas al único rol que
lo destacara con creces, mientras que el
hecho curioso es que Kane Hodder, el hombre
que interpretó a Jason en las últimas
cuatro partes de Martes 13 será sustituido
ahora por Ken Kirzinger, un actor más
alto y robusto aún que Hodder.
Martes
13 (Sean
S. Cunningham, 1980) - La primera,
la que pisó el acelerador y
motivó a otros productores
a hacer numerosas películas
de asesinos seriales durante la década
del ´80 y con resultados de
toda clase y color. La dirigió
Sean S. Cunningham, admirador confeso
de Mario Bava y responsable de obras
como Alguien te está
mirando (1982) y Abismo
del terror (1989), aunque
ha trabajado mucho más como
productor. La historia de Martes
13 gira en torno a una serie
de brutales asesinatos en el campamento
de Crystal Lake, lugar donde había
fallecido un niño, en 1957,
ahogado ante la mirada de ineptos
guardias, según la dolida madre.
Un clásico instantáneo,
hecho con apenas 700.000 dólares
y que recaudó casi 40 millones
sólo en Estados Unidos, no
llegando a la cifra de Noche
de brujas pero sí
llamando la atención de muchos.
Un relato correcto, sin muchas aspiraciones,
aunque sí con la violencia
necesaria como para marcar la personalidad
de una larga saga. Hay una parte que
está, sin dudas, entre lo más
terrorífico que se pueda ver
una sala de cine. El susto al que
es sometido la protagonista al final
(que iba a ser Sally Field) es algo
que hace por lo menos sobresaltar
a cualquiera que lo mire por primera
vez, a tal punto que Tom Savini, el
maquillador y creador de la escena,
iba a las funciones para ver la reacción
de la gente durante esa secuencia,
en un bote en el lago, en los últimos
cinco minutos de imágenes.
El film termina dando lugar a una
secuela, ya que el cadáver
del pequeño Jason no es encontrado
por la policía. Cabe acotar
que en el elenco aparece el luego
famoso Kevin Bacon y que en Noruega
circuló la versión original,
que todos vieron, y una muy cortada,
para mayores de 15 años. |
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Martes
13 II:
Los asesinatos continúan
(Steve Miner, 1981) - La secuela inevitable
y tolerable para un público
que si bien no respondió de
la misma manera en boletería
(apenas 20 millones de dólares
en Estados Unidos), fue testigo de
un film con pasajes bastante buenos,
sobre todo (otra vez) cerca del final,
con otro gran susto que volvió
a helar plateas. Luego de haber muerto
la vengativa madre de Jason en la
primera parte, la historia se desarrolla
en el presente y con una nueva serie
de asesinatos. En realidad Jason no
se había ahogado y logró
vivir todos estos años como
un ermitaño en una rústica
cabaña, en las profundidades
de un bosque cercano al lago. De ahí
en más comienza a buscar a
la joven que había matado a
su madre y ya de paso se manda casi
diez matanzas en otro campamento cercano
a Crystal Lake. Aquí el joven
Jason ya comienza a tapar su deforme
rostro con una vieja bolsa de tela,
al mejor estilo de la del misterioso
asesino de El
pueblo que temía al anochecer
(¿se acuerdan cuando la daba
Canal 4, a fines de los ´70?).
El director de esta secuela, Steve
Miner, debutaba detrás de cámaras
con este trabajo, al que le siguió
la tercera parte de Martes
13, la primera de House
y Warlock, la séptima
de Noche de brujas y hasta El
cocodrilo (1999). Muchos
se quedan más con la primera
que con esta, pero no son pocos los
que prefirieron más esta segunda
parte, que no le va en zaga a la original. |
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Martes
13 III: 3-D (Steve Miner, 1982)
- Los que la fueron a ver al Cine
Ambassador (Q. E. P. D.) recordarán
los lentes de cartón para ver
la película en 3-D y la espantosa
música bailable de los créditos
iniciales. Bastante floja, en general,
aunque con algunas muertes tan creativas
como impactantes, algo más
crudas que las dos partes anteriores
y con un crimen que debe estar entre
lo más espantoso que se haya
visto de asesino serial alguno en
una película. Y eso que hubo
que recortar escenas de sexo y violencia,
por el tema de que no la calificaran
"X" en EE. UU., algo perjudicial
para la taquilla. Prácticamente
no hay historia y solo los efectos
tridimensionales de los asesinatos
son los que se roban toda la atención.
Aquí, por primera vez, Jason
se pone esa icónica máscara
de portero de hockey que luego no
se sacaría más, gracias
a una de sus víctimas (un gordito
pelotudito) que la deja a su merced.
El asesino, aquí, recibe golpes
y agresiones mortales de todo tipo,
pero se levanta y sigue. Como que
el hoy inmortal Jason Voorhees comenzaba
a nacer en esta tercera parte, convirtiéndose
en algo no tan fácil de vencer.
Presten atención al grupo de
pandilleros motoqueros ochentosos,
a sus nombres y las cosas que dicen,
una vez que se meten en el establo
y son liquidados por Jason; todo un
show. La película costó
4 millones de dólares y recaudó
más de 36, sólo en Estados
Unidos (¿habrá sido
por el 3-D?), lo que la convierte
en una de las más exitosas
de la saga. Aquí en Uruguay
fue calificada estrictamente para
mayores de 18 años, mientras
que en países como Alemania
Occidental fue prohibida. |
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Martes
13 IV: Capítulo final
(Joseph Zito, 1984) - La mejor de
todas, las más tensa, la más
sangrienta, la más oscura pero
también la que mejor supo sacarle
el jugo a la anatomía de un
Jason que estaba bravísimo,
sobre todo en los quince minutos finales,
que deben estar entre lo más
tenebroso y mejor filmado de toda
la saga, gentileza, también,
de un maestro del maquillaje como
Tom Savini. Olvídense de la
historia y los personajes tanto en
esta como en todas las secuelas que
vendrían. La excusa ya es producir
asesinatos y luego recaudar con lo
que los adolescentes dejen en boletería,
pero hay que ver de qué manera
se filman algunos pasajes, con un
asesino que prácticamente persigue
enloquecido y muy de cerca a sus inminentes
víctimas. Todo parece hecho
como a las apuradas, pero realmente
llama la atención el dinamismo
que se consigue en varias secuencias
e incluso el miedo reflejado en el
rostro de los personajes, algo que
cobra bastante interés cuando
nos enteramos de que el que interpretó
a Jason en esta secuela (Ted White)
no le hablaba a ninguno de los actores
durante la filmación y pasaba
mucho tiempo con la máscara
puesta, mirándolos fijo, para
que sintieran más temor al
momento de rodar. A Voorhees, en ésta,
le dan palo y palo, ya que además
de partirle un televisor por la cabeza,
le atraviesan un machete desde la
cara a la nuca; no contento con esto,
el nene calvo (Tommy) procede a rebanarlo
en juliana durante la sangrienta escena
final, mérito de Savini. La
película llegó a recaudar
más que la tercera parte (33
millones en EE. UU.). En Suecia circuló
una versión cortada para mayores
de 15 años, mientras que en
Alemania Occidental reinó nuevamente
la prohibición. |
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Martes 13 V: Un
nuevo comienzo (Danny Steinmann,
1985) - Jason, finalmente, había
muerto con el horrible machetazo que
le partió el marote al diome,
gentileza de un niño llamado
Tommy Jarvis. El mismo Tommy fue a
parar a una veraniega clínica
psiquiátrica, lugar donde...
¡acertaron!; comienzan de nuevo
los asesinatos; y todas las miradas
apuntan aaaaaa... ¡¡¡Jason!!!
Pero ojo; en realidad se trata de
otra persona que por motivos personales
hereda los hábitos del difunto
asesino, viste igual que él
y hasta consigue una flamante máscara
de hockey. Un poco en el estilo de
la cuarta parte, con bastante gore
(abundancia de sangre), sin guión
ni caracteres, escasa inspiración
visual, y varias muertes jugosas (hay
dos que son bastante fuertes) que
vuelven a convertirse en el gancho
para atrapar adolescentes. El final
da a entender como que Tommy queda
tan traumado al ver nuevamente a Jason,
que él mismo comenzaría,
supuestamente, a asesinar una vez
que escape del lugar donde está
internado. Algo de eso se había
insinuado al final de la cuarta parte,
con Corey Feldman (interpretando a
Tommy de niño) mirando fijo
(y alterado) a la cámara, luego
de haber dado fin a Jason. Un
nuevo comienzo recaudó
más de 21 palos verdes en Norteamérica. |
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Martes
13 VI: Jason vive (Tom McLoughlin,
1986) - El director de la reciente
Secretos
ocultos (2001) y también
responsable en televisión de
Ellos
pueden volver (1991; sobre
obra de Stephen King), algunos episodios
de la serie Las
pesadillas de Freddy (1988)
y su ópera prima Mausoleum
(1983), convierte a Jason, decididamente,
en un ser inmortal, a causa de un
rayo que cae en su tumba y lo revive,
mientras (nuevamente) Tommy Jarvis
intentaba destruirlo de una vez por
todas, yendo al cementerio con un
amigo para quemar lo que quedaba del
cadáver. A pesar de que el
eje narrativo no tiene pies ni cabeza,
vuelve a reiterarse la fórmula
que venía agradando a los seguidores
de la saga: varios asesinatos violentos,
un Jason cada vez más maléfico,
sanguinario y descontrolado, un poco
de sexo entre descerebrados jóvenes
y, en esta ocasión, una banda
sonora que, aparte de la (otra vez)
alevosa inspiración de Harry
Manfredini en la inmortal música
del master Bernard Herrmann para Psicosis
(Alfred Hitchcock, 1960), contaba
con la participación de Alice
Cooper y su tema "(He´s
Back) The Man Behind the Mask".
Se rescatan algunos planos, más
que nada, donde se resalta la temible
apariencia física de Jason
y... a no pedir mucho más.
Aquí también es donde
comienza a verse al asesino con un
poco de humor; en un momento mueve
apenas su cabeza al compás
del rock´n roll que escucha
desde un vehículo y en otro
se acerca a una niña que estaba
durmiendo y la mira como para jugarle
un "serio", mientras la
pequeña se pone a rezar y con
los ojos cerrados por la impresión.
Cabe acotar que hasta ese entonces
Jason no perdonaba a nadie, incluso
a dos niños a los que casi
hace puré, tanto en la cuarta
(Jarvis) como en la quinta parte (el
morenito). Esta secuela recaudó
apenas 20 millones de dólares
en USA. |
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Martes 13 VII: La nueva sangre
(John Carl Buechler, 1987) - En ésta
aparece por vez primera el actor Kane
Hodder, interpretando a un Jason mucho
más rápido, zarpado
y robusto, aquí enfrentado
a una joven con poderes telequinéticos
y cuyo insoportable psiquiatra intenta
explotar en lugar de curar. Su madre
no la entiende y su padre yace ahogado
en el mismo lugar donde había
quedado Jason en la sexta parte. En
un ataque de bronca la protagonista
se siente mal e intenta revivir a
su fallecido familiar con sus poderes,
aunque no hace más que liberar
a... acertaron. Buechler es, en realidad,
un experto en efectos especiales y
como que aportó algunas dosis
más técnicamente cuidadosas
al asunto e incluso algunos buenos
momentos de sobresalto. La receta
es la de siempre, claro, aunque la
Paramount puso unos morlacos más
(supuestamente para hacer algo más
digno que en las secuelas anteriores)
pero terminó desilusionada,
al ver que la película apenas
recaudó 19 millones de dólares
en Estados Unidos. Antes había
intentado llegar a un acuerdo con
la New Line Cinema (dueña de
los derechos del personaje de la saga
Pesadilla...)
para enfrentar en esta séptima
parte a Jason contra Freddy, pero
la idea, por diferencias, no prosperó...
hasta mediados de 2003, momento en
que se estrenará finalmente
Freddy
vs. Jason.
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Martes
13 VIII: Jason toma Manhattan
(Rob Hedden, 1989) - O El crucero
del terror. Jason yacía otra
vez muerto, supuestamente por el
ataque de un muerto vivo (el padre
de la joven en la séptima)
quien, gracias a los poderes de
su hija, revivió, pegó
un salto fuera del agua, tomó
a Jason y lo mandó guardar
otra vez a las profundidades. Pero
hete aquí que el ancla del
yate de una pareja se desprende,
corta un cable de energía
subterránea, hace cortocircuito
con el cuerpo de ya saben quien
y revive nuevamente por electricidad
a ya saben quien, para deleite de
todos los fans. Ya no se puede hablar
de terror sino de partes que son
agradables de ver (lo de divertidas
o no puede quedar librado a la subjetividad
de cada uno), más teniendo
en cuenta que Jason abandona por
primera vez su sede social de matanzas
y se cuela en un barco. El relajo
que arma es tan grande que los sobrevivientes
terminan en Nueva York. Y hay que
verlo en la ciudad, realmente: Jason
caminando por Times Square, toda
una novedad. Chapa a un cocinero
forzudo (Ken Kirzinger, el próximo
Jason de Freddy
vs. Jason) que sale a hacerse
el macho y lo tira como a una bolsa
de papas contra el gran espejo de
un bar, se mete con peludos drogadictos
en el puerto y los hace pelota también,
después se enfrenta a un
boxeador en una terraza, entra a
meter peso en un subte, le patea
el radiograbador (tipo marca "Lucky",
el que vendía Carlos Gutiérrez)
a un grupito de punkies y hasta
se hace el Charles Bronson con un
pobre obrero sanitario (David Longworth,
nuestro actor terciario de culto),
al que lo hace de goma. El final,
aquí, ya se va al carajo,
a tal punto que en la novena parte
no se respeta nada de lo que ocurrió
en esta octava. Jason termina totalmente
consumido por los residuos tóxicos
de un túnel, no sin antes
gritar "Mami, mami"
o convertirse en niño y volver
a transformarse en adulto. También
causa una seguidilla de rayos en
el cielo neoyorquino, dando a entender
que la razón por la cual
nunca muere tiene que ver con una
fuerza sobrenatural. Se nota que
la idea era darle fin a las andanzas
de Voorhees con este final, aunque
por suerte no lo lograron. Es la
secuela más bizarra, por
lejos, pero también la más
divertida y que, por suerte, respetó
los clásicos ingredientes
de la saga. Costó 5 palos
verdes y recaudó algo más
de 14, sólo en Norteamérica.
La Paramount, al ver que esta secuela
fue la que menos recaudo de todas,
decidió no distribuir nunca
más una secuela del tierno
y mimoso Jason.
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El
último Martes 13: Jason va
al infierno (Adam Marcus, 1993)
- La New Line se hizo, finalmente,
con los derechos de la saga Martes
13, pero ahora las diferencias que
habían, a la hora de filmar
Freddy
vs. Jason, eran más
bien artísticas, por lo que
otra vez se trancó la producción.
Por ahí apareció un
director británico llamado
Adam Marcus, con vasta experiencia
teatral, quien le prometió
a los ejecutivos de New Line hacer
la mejor secuela de todas, con actores
profesionales y un buen guión,
al servicio de un típico producto
"clase A". El resultado:
la peor de todas las partes, la más
aburrida, incoherente, absurda, y
la que menos muestra a Jason, dado
que aquí asesinan todos los
contagiados por los poderes demoníacos
del corazón del peligroso asesino,
a quien el FBI le tiende una trampa,
al comienzo del film, lo desintegra,
pero el órgano en cuestión
es mordido por una persona en la morgue,
quien luego comienza a contagiar la
sed de crimen a otras; pequeños
Jason (el guionista debió dejar
el licor antes de escribir). Por ahí
también aparece una descendiente
de los Voorhees (la única que
puede darle fin, aparentemente, con
un cuchillo tipo "Ginzu",
especial para exterminar Jasons) y
un oscuro cazador al mejor estilo
Van Helsing (" yo sé
todo sobre Jason y tengo la fórmula
para mandarlo al infierno").
Como ven, Jason ya es parte del inframundo
y ahora no bastará con machetes
para eliminarlo. El brazo que ven
al final (de Freddy Krueger), y que
se lleva la máscara de Jason,
es también del mismo actor
que lo encarna, Kane Hodder. Recaudó
apenas 16 millones de dólares
en Estados Unidos, un poco más
que la octava. |
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Jason
X (James Isaac, 2001) - En
realidad se terminó de filmar
en 2000, costó 14 palos verdes
(bastante poco para lo que se termina
viendo en pantalla) y recaudó
lo suficiente como para desquitar
costos y... ¡motivar la continuación
de la saga! El director James Isaac
confesó su idolatría
por David Cronenberg (quien aparece
incluso haciendo un pequeño
papel al comienzo), mientras que el
guionista Todd Farmer ignora en parte
el final de la novena (¿qué
pasó con Freddy Kruger?) pero
respeta el hecho de que Jason es un
ser del infierno y de ahí el
llamativo comienzo de los títulos.
Acá el diseño de la
máscara (como la de Michael
Myers en la inminente Halloween:
Resurrection) es mucho más
grande y oscuro, como si en ella hubiera
un rostro dibujado y con cara de enojado
(Jason también sigue la moda).
Todo comienza cuando el asesino es
accidentalmente metido en una cámara
criogénica y recién
es descubierto cinco siglos después,
es decir en el XXV, por una máquina
de entrenamiento de rutina en la que
viajaba, como no puede ser de otra
manera, un grupo de estudiantes lelos.
La Tierra está hecha pomada
y es inhabitable (seguro que Bush,
Sharon y Blair apretaron el botón
rojo). Hay otras colonias, sin embargo
(se habla de Tierra 2) adonde la gente
de nuestro viejo planeta se ha ido.
Aquí Jason está más
grande y sanguinario; comete un montón
de violentos asesinatos y hasta es
transformado, luego de ser capturado,
por una tecnología de avanzada
en Uber-Jason, una especie de ser
mitad humano - mitad androide (parece
un luchador de Mortal Kombat) pero
siempre con espíritu demoníaco
y dispuesto a seguir dando machetazos.
La película es sorprendentemente
aceptable, se burla nostálgicamente
de la saga y también de la
actitud demencial de Jason. No es
ambiciosa en absoluto (como la novena
parte) y se las ingenia para manejarse
con elementos dignos de un producto
clase B, aunque hay que mencionar
que las apariciones de Voorhees son
las que le dan prestigio y seriedad
al producto, mérito esta vez
de Kane Hodder.
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