AGUAS
PELIGROSAS
Que una película surcoreana como The
Host (Bong Joon-ho, 2006), sobre una
familia dispuesta a dar con el paradero de la
más pequeña del grupo, secuestrada
por una extraña criatura anfibia, haya
llamado la atención de la crítica,
del público y de festivales como Cannes
sonaba muy novedoso. Y cuando uno la ve descubre
que no es solamente una más de monstruos.
Hay humor, ingenuidad, pero también sátira
social, política, críticas a los
medios de comunicación, situaciones naturales
y creíbles, y por supuesto un poco de suspenso
y terror.
ALGO DIFERENTE
El caso hasta
cierto punto fue real. El oficial de una base
norteamericana había ordenado a su ayudante
(surcoreano) arrojar botellas con componentes
químicos tóxicos por la pileta del
laboratorio donde estaban trabajando, y la justicia
de Corea del Sur condenó años después
al empleado por haber contaminado el río
Han, mientras el ejército estadounidense
se lavaba las manos.
Ese acto de negligencia
es reconstruido (con variantes) en la película
y con consecuencias fatales: una pequeña
criatura se transforma en el invitado del título
original (en inglés) y comienza a hacer
destrozos por los alrededores del río,
provocando la intervención del gobierno
norteamericano.
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A
orillas del río Han... |
...un
mutante marino se lleva a la más
chica de la familia |
El
director de The Host: Bong
Joon-ho |
Se supone que
el monstruo es portador de un virus no identificado,
por lo que hay que poner a la región en
cuarentena y de paso crear una fórmula
rápida para evitar que la infección
se propague, luego de los violentos ataques cometidos.
La irrupción
en escena de la criatura es graciosísima,
y la hace luego de un plano muy sugestivo, con
el monstruo tomado a lo lejos y colgado de su
cola en un puente. Si bien los efectos especiales
fueron creados en Estados Unidos y los movimientos
de la criatura están muy bien hechos, el
diseño de la misma pudo haber sido mucho
más inspirado y por ende aterrador, hay
que reconocerlo.
Se ha dicho de
The Host que es la mejor película
de monstruos jamás hecha...; no es para
tanto, si se tienen en cuenta algunos alargues
durante la segunda mitad del relato. En realidad
representa algo distinto a lo tradicional, ya
que aquí se rompen las convenciones del
subgénero "monstruos marinos",
dándose más relevancia a una búsqueda
familiar que a los propios estragos que hace la
criatura.
Desde el momento
en que la más pequeña es atrapada
por el monstruo, se producen cambios en su grupo
familiar. Cuando todos la daban por muerta, un
celular es el elemento a través del cual
sus parientes se enteran de que ella aún
sigue con vida, luego del desastre cometido por
esta especie de mutante.
No es casualidad
que un sociólogo terminara dirigiendo esta
película (su tercer largometraje), donde
un acto irresponsable desencadena todo el asunto,
con gente sacando fotos en medio de una masacre,
pero que en realidad es ahuyentada del agua, por
un lado, y perseguida y bombardeada ideológicamente
en tierra por el otro, con una familia cuyo sustento
principal pasa por un puesto de comidas, con uno
de los integrantes egresado pero desocupado y
con su hermana que acababa de ser premiada con
una medalla de bronce por su especialidad en arco.
Se trata de gente común y corriente, aquí
enfrentada a un desafío, con sus alegrías
y más bien frustraciones de por medio.
La criatura tampoco tiene un nombre específico
(el título original en coreano, Gwoemul,
significa "monstruo") y es más
bien una parte de todo el asunto.
El hecho de sortear
la zona de exclusión establecida por los
norteamericanos termina siendo más arduo
que dar con la pequeña retenida por un
mutante que no se sabe bien qué es. El
poder militar del extranjero y la ignorancia coreana
(en la película) es una mezcla más
peligrosa que todos los desastres que pueda causar
la criatura, algo que no es prioritario en esta
película y que sí lo hubiera sido
en un film de monstruos tradicional.
Más que
radiaciones atómicas aquí hay una
contaminación ambiental, que se extiende
a la paranoia, al control y al miedo que ejercen
los medios y la propia intervención militar
extranjera. George Romero había dejado
su huella en ese sentido, con su saga de muertos
vivos y especialmente en Contaminator
/ The Crazies (1973), donde el gobierno
estaba mucho más preocupado por erradicar
la plaga, sin importar lo que pasara con la zona
en cuarentena y sus habitantes, que terminaron
enloquecidos y perdiendo el control. En The
Host los químicos nocivos que
se intentan aplicar como solución al virus
terminan siendo peor que la supuesta enfermedad
y toda una sorpresa para los habitantes de Seúl,
ya que se informaba que el daño que podían
causar era mínimo. Las visiones incluso
de otros grandes realizadores del cine de terror
norteamericano en los ´70 y ´80 (Larry
Cohen, John Carpenter, William Lustig, Wes Craven)
tampoco eran ajenos a la problemática social
norteamericana, a ese patio trasero amenazado
por extraterrestres, seres sobrenaturales y experimentos
varios cuyas respectivas revelaciones no se veían
en el cine de género mainstream.
ZONA NO APTA PARA BAÑOS
Un informe digno,
a propósito de The Host,
debería incluir ficciones con famosos animales
de la vida real. No es tarea fácil abarcar
todo lo hecho sobre monstruos marinos y especialmente
cuando han aparecido ocasionalmente (desde los
propios inicios del cine, pasando por Aliens
y llegando hasta El Señor de los
Anillos). El género de acción
y aventuras supo nutrirse bastante de ellos en
ese sentido. Ni qué hablar de esos trabajos
clase Z, impulsados por querer hacer una película
de monstruos a toda costa y con lo que viniera.
Las nuevas tecnologías
otorgan mucha más facilidad para realizar
algo así hoy día, pero se sabe que
ver a alguien en traje de goma, con cierre en
la espalda, o bien convertido en una alfombra
humana, es algo impagable. Algunos materiales
de ese estilo no vieron luz en la pantalla grande;
más bien tuvieron un largo reposo en las
estanterías polvorientas de los videoclubes,
pasando luego a ser relleno de la televisión
para abonados.
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En
Frogs las ranas son puro
cuento.
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Escualo
azteca en acción: Tintorera.
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El
cocodrilo mortal: se mete en piscinas
y arruina cumpleaños. |
A la cabeza,
claro, se han ido posicionado últimamente
los tiburones: el escualo de Spielberg fue contra
todos los pronósticos en 1975 y luego siguieron
varias secuelas (Tiburón II,
Tiburón III 3-D, Tiburón
4: La venganza) e imitaciones, más
bien americanas (Up From the Depths,
una coproducción con Filipinas de Roger
Corman y con escualo en Hawai) e italianas (con
El último tiburón
como una de las más exitosas). Por ahí
pudo verse también al enorme tiburón
tigre mexicano de Tintorera (René
Cardona Jr., 1977) con Hugo Stiglitz, quien no
hace mucho protagonizó Para matar
a un asesino (2004) de Ricardo Islas.
Las ballenas también
habían dejado su huella (las versiones
de Moby Dick, Orca: La
ballena asesina), al igual que anfibios
y reptiles varios (El cocodrilo mortal,
Anaconda, El cocodrilo,
Sergio Martino haciendo El último
cocodrilo), pirañas (la película
de Joe Dante y con Barbara Steele, mientras Roger
Corman aprovechaba el éxito de Tiburón,
al igual que Killer Fish, con
Karen Black) y otros tantos que se nutrían
de Julio Verne (especialmente de 20.000
leguas de viaje submarino). También
aparecieron en el Popeye (1980)
de Robert Altman (el pulpo del final), y hasta
llegaban a engañar con el título.
En Frogs (George McCowan, 1972)
el "trabajo" curiosamente y a pesar
de lo que se ve en el afiche no lo hacían
las ranas sino otras variedades del pantano, como
serpientes, tortugas, tarántulas y algún
cocodrilo ocasional, además de accidentes
con veneno, mientras Sam Elliot aceptaba la invitación
de Ray Milland a una isla con motivo de su cumpleaños
y de paso decidía hacer un documental sobre
la contaminación ambiental.
Pero ahora es el turno de ellos, de los monstruos
marinos que fueron las estrellas, los verdaderos
protagonistas de las películas que ya empezaban
a lucirse desde esos magníficos afiches
que ya no se diseñan más (ahora
son cabezas de famosos los que los cubren). Lo
hecho por computadora ha contribuido en los últimos
años a aportar films calamitosos (Python,
Krocodylus, en menor medida la
saga Octopus), con animales realmente
exagerados, "groseros y ordinarios",
como diría Don Alberto Kesman. Pero es
innegable que aquel trabajo paciente e imaginativo,
con maquetas, muñecos y animación
stop-motion, que ya se empleaba desde el cine
mudo, con el maestro Willis O´Brien a la
cabeza, seguido de su discípulo Ray Harryhausen
(que amplió el abanico de monstruos prehistóricos
y mitológicos), dejaba la base para posteriores
criaturas y también la inspiración
para otros animadores, tapas de publicaciones
pulp, y creadores de efectos visuales
de gran nivel, cuando la Industrial Light &
Magic estaba muy lejos aún.
Los monstruos
marinos han justificado el precio de la entrada
(o para numerosos casos, el alquiler de una película),
ya que ellos eran la verdadera atracción,
más allá de que competían
con estrellas de renombre y que dependían
del director de turno que manejaba visualmente
los hilos de las distintas historias.
En realidad la
grosería en la ficción no está
tan distante de lo que se viene descubriendo en
la vida real, siempre dejando de lado famosos
monstruos en lugares turísticos, como el
del Lago Ness en Escocia. El mar es constante
fuente de sorpresas y siempre se descubren nuevas
especies que viven en las profundidades y que
dejan a los investigadores maravillados y a la
vez boquiabiertos.
La revista argentina
Axxon, en base a una investigación
periodística hecha por el escritor argentino
Eduardo Carletti, indica que lo que se sabe sobre
los océanos es menos de lo que se conoce
sobre el espacio. Casos como el del hallazgo en
2003 de calamares gigantes en la costa de Canadá,
Chile y hasta en la Antártida, uno de cincuenta
metros que se descubrió en Noruega exactamente
cien años antes, y otro diez metros más
grande que apareció en Japón y que
en realidad pertenecía al tiburón
soñoliento gigante, llevaron a especialistas
a suponer que hayan especies de hasta cien metros
de longitud y que vivan a más de 2.000
metros de profundidad.
Los relatos de
exploradores en el siglo XVI también dejaban
constancia del encuentro con estos gigantescos
animales marinos (el famoso "kraken",
supuestamente un mito, ya venía haciendo
apariciones en las costas europeas, según
testigos), que llegaban hasta quince metros de
altura y que para ellos eran toda una novedad,
no así por ejemplo para los nativos de
las tierras conquistadas, que sabían que
si algún navío se acercaba a la
guarida de estos seres corría alto riesgo
de ser atacado.
VIVE MONSTRUO VIVE

Ojo con este: The
Beach Girls and the Monster
Las pruebas nucleares (generalmente norteamericanas)
en la ciencia ficción de los ´50
produjeron numerosas especies para el cine, con
el famoso Godzilla: Rey de los monstruos
(Inoshiro Honda, 1954) imponiéndose
desde Tokyo, además de numerosísimas
películas estadounidenses, italianas y
japonesas durante y después de una década
representativa en la materia.
Un antecedente
inmediato y curioso, lejos de las pruebas atómicas
y más cercano a la realidad, estuvo en
el pulpo de La Bruja Roja (1949)
del ruso Edward Ludwig (el título venía
del nombre de la embarcación), donde John
Wayne tuvo que vérselas con el mismo pulpo
de goma que fuera robado seis años más
tarde por Ed Wood para La novia del monstruo
(1955). Lamentablemente, el mítico director
olvidó llevarse el motor que hacía
mover los tentáculos del animal, por lo
que Bela Lugosi tuvo que moverlos él mismo
para simular el ataque durante una de las últimas
escenas.
Jack Arnold con el anfibio humanoide de El
monstruo de Laguna Negra (1954) creó
una de las mejores películas en la materia,
donde Julie Adams enamoraba a la misteriosa criatura
hallada en el Amazonas, que luego seguiría
haciendo de las suyas en El regreso del
monstruo (Arnold, ´55) y con más
violencia en El monstruo vengador
(John Sherwood, 1956), al caer en manos de un
científico loco.
Pero si de criaturas
se trata, Ray Harryhausen supo dar vida a dos
que fueron notables; en La bestia del
mar (Eugène Lourié, 1953)
y sobre historia de Ray Bradbury, un enorme dinosaurio
carnívoro aterrorizaba Manhattan, luego
de haber sido descongelado accidentalmente por
una prueba nuclear, y en La fiera del
mar (Robert Gordon, 1955) los impactantes
tentáculos de ese pulpo gigante afectado
por las radiaciones atómicas hacía
estragos en San Francisco.
Su maestro Willis
O´Brien animó la criatura de El
monstruo submarino (otra vez el ucraniano
Lourié, junto al británico Douglas
Hickox, 1959), llevando los destrozos a Londres,
mientras que Arnold Laven ya había enloquecido
a científicos y oficiales de la marina
de California en El monstruo que retó
al mundo (1957), con atemorizantes moluscos
prehistóricos (tipo orugas gigantes), enojadísimos
luego de un terremoto.
Un caso aparte
podría estar en la versión original
de La criatura (Edward L. Cahn,
1956) aunque mejores resultados tuvo la remake
(no tan fiel) del venezolano Sebastián
Gutiérrez (dentro de la camada de nuevas
versiones a partir de materiales de la American
International Pictures) con el film homónimo
hecho para televisión que filmó
en 2001 y que contaba con una sirena asesina a
bordo de un barco que iba de Irlanda a Nueva York.
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Dinosaurio
del Ártico paseando por Nueva York
en La bestia del mar
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La
fiera del mar: Pulpo enojado
irrumpe en las calles de San Francisco
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Orugas
gigantes atacan en El monstruo que
retó al mundo. |
La década
del ´50 también tuvo el sello del
prolífico e incansable Roger Corman. Su
primera producción (Monster From
the Ocean Floor) tuvo como realizador
al chino Wyott Ordung (guionista de la mítica
Monstruos de Marte/Robot Monster)
y narraba las andanzas de un pulpo-ameba afectado
por las radiaciones y que establecía su
guarida en una bahía mexicana. Por otro
lado, El ataque de los monstruos
(1957) lo tuvo como director de cangrejos gigantes
con una especial fascinación por los cerebros
humanos. Corman mismo iniciaría el terror
marino en los ´60 con El monstruo
del mar encantado (1960), sólo
que nuestra estrella de turno no era tanto el
centro del asunto; incluso se la consideraba un
mito... hasta que irrumpe desde las profundidades.
Como dato curioso, en esta última película
aparece Robert Towne (Traición
al amanecer, Pregúntale
al viento) que fue guionista de Corman
(La última mujer sobre la Tierra,
La tumba de Ligeia) y que curiosamente
aportaría su trabajo como libretista para
Orca: La ballena asesina (Michael
Anderson, 1977) aunque sin ser acreditado.
Otros casos a destacar son las salamandras radioactivas
de The Horror of Party Beach
(Del Tenney, 1964), los hombres peces de Los
dioses de la guerra en el fondo del mar
(1965) del maestro Jacques Tourneur y con Vincent
Price, el de The Beach Girls and the Monster
(del mismo año) con criatura despachando
surfistas y bajo dirección de Jon Hall,
cuyo sobrino (Ben Chapman) era uno de los que
había interpretado a El monstruo
de Laguna Negra (el otro era Ricou Browning,
pero en el agua), y, en tono de aventuras, una
producción Hammer dirigida por Michael
Carreras y Leslie Norman (El continente
perdido, 1968) que incluye criaturas
marinas varias, entre las que brillaban las tortugas
gigantes.
Las aguas seguían
sorprendiendo durante los ´70; el pequeño
clásico bizarro Octaman
(Harry Essex, 1971) nos presentaba a un pulpo
humano mexicano, mientras el director nacido en
Latvia, Bill Rebane, se la jugaba con Ranna:
La leyenda del lago de las sombras (1975),
donde la búsqueda de un tesoro lleva a
los protagonistas a padecer un nuevo caso de monstruo
con traje de goma y cierre en la espalda. La falta
de presupuesto y la pobre apariencia de nuestro
héroe de turno (el monstruo, claro) llevó
a Rebane a mostrarlo más bien en el final.
También hubo títulos sugestivos
que lo que menos tenían era terror (Piranha,
1972; filmada en la selva venezolana; la aburridísima
Tentáculos, del egipcio
Ovideo Assonitis y con John Huston y Henry Fonda),
y otros desconocidos, como el que se puede apreciar
en un informe especial hecho por nuestro colega
argentino Darío Lavia sobre pulpos
en el cine: Ein Toter Taucher Nimmt
Kein Gold, una producción
de Alemania Oriental de 1974.
Las ganas de lucrar
con el éxito de Tiburón
se veían claramente en Barracuda
(Harry Kerwin, Wayne Crawford, 1979), con el aditivo
de los deshechos tóxicos. Un año
antes había dejado su huella Slithis
(Stephen Traxler, 1978), una criatura mutante
que tras un accidente nuclear salía a agitar
las aguas aunque era muy selecto con sus víctimas;
sólo se las agarraba con los alcohólicos,
los hippies y los vagabundos. Uno de los "broches
de oro" para la década también
lo ponía Monster (1979),
de Kenneth Hartford y el recientemente fallecido
Herbert Strock, con John Carradine y una gigantesca
serpiente marina colombiana. Curiosamente el fallecido
John Frankenheimer hacía ese mismo año
Profecía (la llegó
a dar Cinecanal hace unos años), con un
monstruo anfibio extrañísimo, producto
de los deshechos tóxicos, mientras que
el famoso continente perdido volvía una
vez más al tapete con las criaturas alienígenas
de Atlantis (1978) del inglés
Kevin Connor.
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La
Serpiente de mar de Amando
de Ossorio
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¡A
esconder la Patricia, que viene Slithis! |
El tema de los
pie grande (cerca y a veces en pantanos y lagunas)
pegaba fuerte una vez más en el cine durante
los ´70 y comienzos de los ´80, a
partir de La leyenda del Arroyo Boggy
(Charles Pierce, 1972), una película de
bajísimo presupuesto que llegó a
recaudar 20 millones de dólares y que empleaba
cierto tono de documental, dando sustos más
bien en tierra firme y obviamente con mejores
resultados que en la anterior Bigfoot
(Robert Slatzer, 1970), con (una vez más)
John Carradine. Siguieron secuelas e imitaciones
(Regreso al Arroyo Boggy, La
maldición de Pie Grande, La
criatura del Lago Negro, La
noche del demonio, también en clave
de aventuras y comedia, ya en los ´80 y
´90 (Pie Grande y los Henderson,
que se vio en cines, Pie Grande: Un encuentro
inolvidable, que por suerte no se vio
en cines; algunas películas Troma).
Humanoides
del abismo (Barbara Peters, Jimmy Murakami,
1980) tenía como protagonista a Vic Morrow
(el padre de Jennifer Jason Leigh) y anunciaba
nuevamente al maestro del bajo presupuesto; las
criaturas aquí eran unos salmones "cormanianos".
Ese mismo año volvían los cangrejos
gigantes, producto de un experimento biológico,
en Island Claws, de Hernán
Cárdenas.
Italia seguía
muy prolífica con la labor, entre otros,
de Sergio Martino y volvía a anotar gracias
a La isla de los hombres peces
(1980), con Barbara Bach y Joseph Cotten, mientras
el valenciano Juan Piquer Simón dirigía
a los soldados anfibio-zombies de Mutantes
criminales (sobre Escuela de
Robinsones, de Verne), protagonizada
por Peter Cushing.
Los ´80
fueron testigos también del debut del canadiense
James Cameron como director (junto a Ovideo Assonitis)
en Piraña 2: Asesinos voladores
(1981); también de la adaptación
de la obra de Alan Moore, hecha por Wes Craven,
en El monstruo del pantano (1982),
que tuvo una secuela (El regreso de la
cosa del pantano, 1989) dirigida por
Jim Wynorski.
Algo ultra bizarro
no podía faltar, por supuesto; en El
oscuro misterio del lago (1981) de Larry Buchanan
un sonriente monstruo... bueno, mejor vean el
informe. España seguía dejando huella
con Amando De Ossorio, en 1984, cuando filmó
Serpiente de mar, con Ray Milland,
León Klimovsky y un gigantesco reptil,
producto de un experimento científico.
Un tal John Old Jr. (o sea Lamberto Bava, pero
el seudónimo era el que se leía
en la carátula del video) dirigió
junto a Martino El devorador
(1984), un calamar gigante, mezcla de pulpo y
tiburón, que hacía de las suyas
en las costas de Florida.
¿Podría
incluirse a la mancha negra carnívora del
episodio de Creepshow 2 (Michael
Gornick, 1987)? Claro que sí, más
cuando en The Horror of Party Beach
también había una mancha que se
movía. Pero el mainstream también
dijo presente a fines de los ´80 con Abismo
del terror (1989), de Sean S. Cunningham,
donde una criatura marina acosaba una base nuclear
subterránea, y Leviathan
(George Pan Cosmatos, 1989), con Peter Weller
y un monstruo producto de una mutación
genética, que en realidad le pasaba factura
a los rusos, por un misterioso descubrimiento
hecho por unos mineros y que pertenecía
supuestamente a un navío soviético.
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La
isla de los hombres peces de
Sergio Martino
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El
pulpo tano de Tentáculos
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El
hijo de Bava y otra vez Martino: calamar
gigante en El devorador |
Claro que las
especies alienígenas de El secreto
del abismo (1989) de James Cameron estaban
en otra sintonía y eran mucho más
dóciles, cuando los protagonistas las encontraron
mientras buscaban un submarino nuclear en las
profundidades.
En los ´90
la Industrial Light Magic iba pesando cada vez
más en el campo de los efectos especiales,
haciendo de la computadora una herramienta cada
vez más necesaria para el rubro. El boom
vino con Jurassic Park (Steven
Spielberg, 1993) y secuelas (El mundo
perdido, Parque Jurásico
III). A nivel de monstruos marinos los
más destacados fueron los enormes gusanos
carnívoros que atacaban al crucero de lujo
en Agua viva (Stephen Sommers,
1998), película que pasó fugazmente
por circuito comercial capitalino, y Alerta
en lo profundo (Renny Harlin, 1999),
con tiburones afectados al ser víctimas
de experimentos para curar el mal de Alzheimer
que atacan una base científica aislada
en el mar. Ambas fueron de un grado de violencia
inusitado, pero ejemplos bastante dignos del subgénero.
Tampoco habría
que olvidar, dentro del prolífico panorama
asiático, La serpiente verde
(1993) de Tsui Hark, sobre dos mujeres-serpiente
que se enamoran del mismo hombre y todos los problemas
que surgen cuando se les descubre su naturaleza,
culminando todo con una monumental batalla en
el mar.
¿Que
faltaron películas? Es lógico; la
cantidad total es prácticamente inabarcable
(incluyendo animaciones, documentales, más
series televisivas y remakes como la de Godzilla).
¿Que a la vuelta de tu casa habían
filmado una parecida? Sin dudas (ahora, ¿por
dónde andará ese VHS?). ¿Que
uno de los más prestigiosos críticos
uruguayos llegó a interpretar a un monstruo
(espacial, no marino) vestido con una escafandra
y terminó siendo protagonista de la primera
película de terror oriental (del Uruguay)?
Por supuesto. La película era El
ojo del extraño y fue hecha por
el ya fallecido Daniel Arijón a principios
de los ´60. Lamentablemente algunos negativos
se han perdido; la obra se filmó aunque
nunca llegó a exhibirse.
NOTA:
Hubo dos películas que no fueron
mencionadas en este informe, con el fin de usarlas
para el concurso por entradas dobles y afiches para
nuestros lectores: El monstruo de Piedras
Blancas (Irvin Berwick, 1959) y Primitivo
(Michael Katleman, 2007). |