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The Host y los monstruos marinos en el cine
AGUAS PELIGROSAS

por Alejandro Yamgotchian (agosto, 2007)



Que una película surcoreana como The Host (Bong Joon-ho, 2006), sobre una familia dispuesta a dar con el paradero de la más pequeña del grupo, secuestrada por una extraña criatura anfibia, haya llamado la atención de la crítica, del público y de festivales como Cannes sonaba muy novedoso. Y cuando uno la ve descubre que no es solamente una más de monstruos. Hay humor, ingenuidad, pero también sátira social, política, críticas a los medios de comunicación, situaciones naturales y creíbles, y por supuesto un poco de suspenso y terror.


ALGO DIFERENTE

El caso hasta cierto punto fue real. El oficial de una base norteamericana había ordenado a su ayudante (surcoreano) arrojar botellas con componentes químicos tóxicos por la pileta del laboratorio donde estaban trabajando, y la justicia de Corea del Sur condenó años después al empleado por haber contaminado el río Han, mientras el ejército estadounidense se lavaba las manos.

Ese acto de negligencia es reconstruido (con variantes) en la película y con consecuencias fatales: una pequeña criatura se transforma en el invitado del título original (en inglés) y comienza a hacer destrozos por los alrededores del río, provocando la intervención del gobierno norteamericano.

A orillas del río Han...
...un mutante marino se lleva a la más chica de la familia
El director de The Host: Bong Joon-ho

Se supone que el monstruo es portador de un virus no identificado, por lo que hay que poner a la región en cuarentena y de paso crear una fórmula rápida para evitar que la infección se propague, luego de los violentos ataques cometidos.

La irrupción en escena de la criatura es graciosísima, y la hace luego de un plano muy sugestivo, con el monstruo tomado a lo lejos y colgado de su cola en un puente. Si bien los efectos especiales fueron creados en Estados Unidos y los movimientos de la criatura están muy bien hechos, el diseño de la misma pudo haber sido mucho más inspirado y por ende aterrador, hay que reconocerlo.

Se ha dicho de The Host que es la mejor película de monstruos jamás hecha...; no es para tanto, si se tienen en cuenta algunos alargues durante la segunda mitad del relato. En realidad representa algo distinto a lo tradicional, ya que aquí se rompen las convenciones del subgénero "monstruos marinos", dándose más relevancia a una búsqueda familiar que a los propios estragos que hace la criatura.

Desde el momento en que la más pequeña es atrapada por el monstruo, se producen cambios en su grupo familiar. Cuando todos la daban por muerta, un celular es el elemento a través del cual sus parientes se enteran de que ella aún sigue con vida, luego del desastre cometido por esta especie de mutante.

No es casualidad que un sociólogo terminara dirigiendo esta película (su tercer largometraje), donde un acto irresponsable desencadena todo el asunto, con gente sacando fotos en medio de una masacre, pero que en realidad es ahuyentada del agua, por un lado, y perseguida y bombardeada ideológicamente en tierra por el otro, con una familia cuyo sustento principal pasa por un puesto de comidas, con uno de los integrantes egresado pero desocupado y con su hermana que acababa de ser premiada con una medalla de bronce por su especialidad en arco. Se trata de gente común y corriente, aquí enfrentada a un desafío, con sus alegrías y más bien frustraciones de por medio. La criatura tampoco tiene un nombre específico (el título original en coreano, Gwoemul, significa "monstruo") y es más bien una parte de todo el asunto.

El hecho de sortear la zona de exclusión establecida por los norteamericanos termina siendo más arduo que dar con la pequeña retenida por un mutante que no se sabe bien qué es. El poder militar del extranjero y la ignorancia coreana (en la película) es una mezcla más peligrosa que todos los desastres que pueda causar la criatura, algo que no es prioritario en esta película y que sí lo hubiera sido en un film de monstruos tradicional.

Más que radiaciones atómicas aquí hay una contaminación ambiental, que se extiende a la paranoia, al control y al miedo que ejercen los medios y la propia intervención militar extranjera. George Romero había dejado su huella en ese sentido, con su saga de muertos vivos y especialmente en Contaminator / The Crazies (1973), donde el gobierno estaba mucho más preocupado por erradicar la plaga, sin importar lo que pasara con la zona en cuarentena y sus habitantes, que terminaron enloquecidos y perdiendo el control. En The Host los químicos nocivos que se intentan aplicar como solución al virus terminan siendo peor que la supuesta enfermedad y toda una sorpresa para los habitantes de Seúl, ya que se informaba que el daño que podían causar era mínimo. Las visiones incluso de otros grandes realizadores del cine de terror norteamericano en los ´70 y ´80 (Larry Cohen, John Carpenter, William Lustig, Wes Craven) tampoco eran ajenos a la problemática social norteamericana, a ese patio trasero amenazado por extraterrestres, seres sobrenaturales y experimentos varios cuyas respectivas revelaciones no se veían en el cine de género mainstream.


ZONA NO APTA PARA BAÑOS

Un informe digno, a propósito de The Host, debería incluir ficciones con famosos animales de la vida real. No es tarea fácil abarcar todo lo hecho sobre monstruos marinos y especialmente cuando han aparecido ocasionalmente (desde los propios inicios del cine, pasando por Aliens y llegando hasta El Señor de los Anillos). El género de acción y aventuras supo nutrirse bastante de ellos en ese sentido. Ni qué hablar de esos trabajos clase Z, impulsados por querer hacer una película de monstruos a toda costa y con lo que viniera.

Las nuevas tecnologías otorgan mucha más facilidad para realizar algo así hoy día, pero se sabe que ver a alguien en traje de goma, con cierre en la espalda, o bien convertido en una alfombra humana, es algo impagable. Algunos materiales de ese estilo no vieron luz en la pantalla grande; más bien tuvieron un largo reposo en las estanterías polvorientas de los videoclubes, pasando luego a ser relleno de la televisión para abonados.

En Frogs las ranas son puro cuento.

Escualo azteca en acción: Tintorera.

El cocodrilo mortal: se mete en piscinas y arruina cumpleaños.

A la cabeza, claro, se han ido posicionado últimamente los tiburones: el escualo de Spielberg fue contra todos los pronósticos en 1975 y luego siguieron varias secuelas (Tiburón II, Tiburón III 3-D, Tiburón 4: La venganza) e imitaciones, más bien americanas (Up From the Depths, una coproducción con Filipinas de Roger Corman y con escualo en Hawai) e italianas (con El último tiburón como una de las más exitosas). Por ahí pudo verse también al enorme tiburón tigre mexicano de Tintorera (René Cardona Jr., 1977) con Hugo Stiglitz, quien no hace mucho protagonizó Para matar a un asesino (2004) de Ricardo Islas.

Las ballenas también habían dejado su huella (las versiones de Moby Dick, Orca: La ballena asesina), al igual que anfibios y reptiles varios (El cocodrilo mortal, Anaconda, El cocodrilo, Sergio Martino haciendo El último cocodrilo), pirañas (la película de Joe Dante y con Barbara Steele, mientras Roger Corman aprovechaba el éxito de Tiburón, al igual que Killer Fish, con Karen Black) y otros tantos que se nutrían de Julio Verne (especialmente de 20.000 leguas de viaje submarino). También aparecieron en el Popeye (1980) de Robert Altman (el pulpo del final), y hasta llegaban a engañar con el título. En Frogs (George McCowan, 1972) el "trabajo" curiosamente y a pesar de lo que se ve en el afiche no lo hacían las ranas sino otras variedades del pantano, como serpientes, tortugas, tarántulas y algún cocodrilo ocasional, además de accidentes con veneno, mientras Sam Elliot aceptaba la invitación de Ray Milland a una isla con motivo de su cumpleaños y de paso decidía hacer un documental sobre la contaminación ambiental.


Pero ahora es el turno de ellos, de los monstruos marinos que fueron las estrellas, los verdaderos protagonistas de las películas que ya empezaban a lucirse desde esos magníficos afiches que ya no se diseñan más (ahora son cabezas de famosos los que los cubren). Lo hecho por computadora ha contribuido en los últimos años a aportar films calamitosos (Python, Krocodylus, en menor medida la saga Octopus), con animales realmente exagerados, "groseros y ordinarios", como diría Don Alberto Kesman. Pero es innegable que aquel trabajo paciente e imaginativo, con maquetas, muñecos y animación stop-motion, que ya se empleaba desde el cine mudo, con el maestro Willis O´Brien a la cabeza, seguido de su discípulo Ray Harryhausen (que amplió el abanico de monstruos prehistóricos y mitológicos), dejaba la base para posteriores criaturas y también la inspiración para otros animadores, tapas de publicaciones pulp, y creadores de efectos visuales de gran nivel, cuando la Industrial Light & Magic estaba muy lejos aún.

Los monstruos marinos han justificado el precio de la entrada (o para numerosos casos, el alquiler de una película), ya que ellos eran la verdadera atracción, más allá de que competían con estrellas de renombre y que dependían del director de turno que manejaba visualmente los hilos de las distintas historias.

En realidad la grosería en la ficción no está tan distante de lo que se viene descubriendo en la vida real, siempre dejando de lado famosos monstruos en lugares turísticos, como el del Lago Ness en Escocia. El mar es constante fuente de sorpresas y siempre se descubren nuevas especies que viven en las profundidades y que dejan a los investigadores maravillados y a la vez boquiabiertos.

La revista argentina Axxon, en base a una investigación periodística hecha por el escritor argentino Eduardo Carletti, indica que lo que se sabe sobre los océanos es menos de lo que se conoce sobre el espacio. Casos como el del hallazgo en 2003 de calamares gigantes en la costa de Canadá, Chile y hasta en la Antártida, uno de cincuenta metros que se descubrió en Noruega exactamente cien años antes, y otro diez metros más grande que apareció en Japón y que en realidad pertenecía al tiburón soñoliento gigante, llevaron a especialistas a suponer que hayan especies de hasta cien metros de longitud y que vivan a más de 2.000 metros de profundidad.

Los relatos de exploradores en el siglo XVI también dejaban constancia del encuentro con estos gigantescos animales marinos (el famoso "kraken", supuestamente un mito, ya venía haciendo apariciones en las costas europeas, según testigos), que llegaban hasta quince metros de altura y que para ellos eran toda una novedad, no así por ejemplo para los nativos de las tierras conquistadas, que sabían que si algún navío se acercaba a la guarida de estos seres corría alto riesgo de ser atacado.


VIVE MONSTRUO VIVE


Ojo con este: The Beach Girls and the Monster





Las pruebas nucleares (generalmente norteamericanas) en la ciencia ficción de los ´50 produjeron numerosas especies para el cine, con el famoso Godzilla: Rey de los monstruos (Inoshiro Honda, 1954) imponiéndose desde Tokyo, además de numerosísimas películas estadounidenses, italianas y japonesas durante y después de una década representativa en la materia.

Un antecedente inmediato y curioso, lejos de las pruebas atómicas y más cercano a la realidad, estuvo en el pulpo de La Bruja Roja (1949) del ruso Edward Ludwig (el título venía del nombre de la embarcación), donde John Wayne tuvo que vérselas con el mismo pulpo de goma que fuera robado seis años más tarde por Ed Wood para La novia del monstruo (1955). Lamentablemente, el mítico director olvidó llevarse el motor que hacía mover los tentáculos del animal, por lo que Bela Lugosi tuvo que moverlos él mismo para simular el ataque durante una de las últimas escenas.


Jack Arnold con el anfibio humanoide de El monstruo de Laguna Negra (1954) creó una de las mejores películas en la materia, donde Julie Adams enamoraba a la misteriosa criatura hallada en el Amazonas, que luego seguiría haciendo de las suyas en El regreso del monstruo (Arnold, ´55) y con más violencia en El monstruo vengador (John Sherwood, 1956), al caer en manos de un científico loco.

Pero si de criaturas se trata, Ray Harryhausen supo dar vida a dos que fueron notables; en La bestia del mar (Eugène Lourié, 1953) y sobre historia de Ray Bradbury, un enorme dinosaurio carnívoro aterrorizaba Manhattan, luego de haber sido descongelado accidentalmente por una prueba nuclear, y en La fiera del mar (Robert Gordon, 1955) los impactantes tentáculos de ese pulpo gigante afectado por las radiaciones atómicas hacía estragos en San Francisco.

Su maestro Willis O´Brien animó la criatura de El monstruo submarino (otra vez el ucraniano Lourié, junto al británico Douglas Hickox, 1959), llevando los destrozos a Londres, mientras que Arnold Laven ya había enloquecido a científicos y oficiales de la marina de California en El monstruo que retó al mundo (1957), con atemorizantes moluscos prehistóricos (tipo orugas gigantes), enojadísimos luego de un terremoto.

Un caso aparte podría estar en la versión original de La criatura (Edward L. Cahn, 1956) aunque mejores resultados tuvo la remake (no tan fiel) del venezolano Sebastián Gutiérrez (dentro de la camada de nuevas versiones a partir de materiales de la American International Pictures) con el film homónimo hecho para televisión que filmó en 2001 y que contaba con una sirena asesina a bordo de un barco que iba de Irlanda a Nueva York.

Dinosaurio del Ártico paseando por Nueva York en La bestia del mar

La fiera del mar: Pulpo enojado irrumpe en las calles de San Francisco

Orugas gigantes atacan en El monstruo que retó al mundo.

La década del ´50 también tuvo el sello del prolífico e incansable Roger Corman. Su primera producción (Monster From the Ocean Floor) tuvo como realizador al chino Wyott Ordung (guionista de la mítica Monstruos de Marte/Robot Monster) y narraba las andanzas de un pulpo-ameba afectado por las radiaciones y que establecía su guarida en una bahía mexicana. Por otro lado, El ataque de los monstruos (1957) lo tuvo como director de cangrejos gigantes con una especial fascinación por los cerebros humanos. Corman mismo iniciaría el terror marino en los ´60 con El monstruo del mar encantado (1960), sólo que nuestra estrella de turno no era tanto el centro del asunto; incluso se la consideraba un mito... hasta que irrumpe desde las profundidades. Como dato curioso, en esta última película aparece Robert Towne (Traición al amanecer, Pregúntale al viento) que fue guionista de Corman (La última mujer sobre la Tierra, La tumba de Ligeia) y que curiosamente aportaría su trabajo como libretista para Orca: La ballena asesina (Michael Anderson, 1977) aunque sin ser acreditado.


Otros casos a destacar son las salamandras radioactivas de The Horror of Party Beach (Del Tenney, 1964), los hombres peces de Los dioses de la guerra en el fondo del mar (1965) del maestro Jacques Tourneur y con Vincent Price, el de The Beach Girls and the Monster (del mismo año) con criatura despachando surfistas y bajo dirección de Jon Hall, cuyo sobrino (Ben Chapman) era uno de los que había interpretado a El monstruo de Laguna Negra (el otro era Ricou Browning, pero en el agua), y, en tono de aventuras, una producción Hammer dirigida por Michael Carreras y Leslie Norman (El continente perdido, 1968) que incluye criaturas marinas varias, entre las que brillaban las tortugas gigantes.

Las aguas seguían sorprendiendo durante los ´70; el pequeño clásico bizarro Octaman (Harry Essex, 1971) nos presentaba a un pulpo humano mexicano, mientras el director nacido en Latvia, Bill Rebane, se la jugaba con Ranna: La leyenda del lago de las sombras (1975), donde la búsqueda de un tesoro lleva a los protagonistas a padecer un nuevo caso de monstruo con traje de goma y cierre en la espalda. La falta de presupuesto y la pobre apariencia de nuestro héroe de turno (el monstruo, claro) llevó a Rebane a mostrarlo más bien en el final. También hubo títulos sugestivos que lo que menos tenían era terror (Piranha, 1972; filmada en la selva venezolana; la aburridísima Tentáculos, del egipcio Ovideo Assonitis y con John Huston y Henry Fonda), y otros desconocidos, como el que se puede apreciar en un informe especial hecho por nuestro colega argentino Darío Lavia sobre pulpos en el cine: Ein Toter Taucher Nimmt Kein Gold, una producción de Alemania Oriental de 1974.

Las ganas de lucrar con el éxito de Tiburón se veían claramente en Barracuda (Harry Kerwin, Wayne Crawford, 1979), con el aditivo de los deshechos tóxicos. Un año antes había dejado su huella Slithis (Stephen Traxler, 1978), una criatura mutante que tras un accidente nuclear salía a agitar las aguas aunque era muy selecto con sus víctimas; sólo se las agarraba con los alcohólicos, los hippies y los vagabundos. Uno de los "broches de oro" para la década también lo ponía Monster (1979), de Kenneth Hartford y el recientemente fallecido Herbert Strock, con John Carradine y una gigantesca serpiente marina colombiana. Curiosamente el fallecido John Frankenheimer hacía ese mismo año Profecía (la llegó a dar Cinecanal hace unos años), con un monstruo anfibio extrañísimo, producto de los deshechos tóxicos, mientras que el famoso continente perdido volvía una vez más al tapete con las criaturas alienígenas de Atlantis (1978) del inglés Kevin Connor.

Octaman al ataque

La Serpiente de mar de Amando de Ossorio

¡A esconder la Patricia, que viene Slithis!

El tema de los pie grande (cerca y a veces en pantanos y lagunas) pegaba fuerte una vez más en el cine durante los ´70 y comienzos de los ´80, a partir de La leyenda del Arroyo Boggy (Charles Pierce, 1972), una película de bajísimo presupuesto que llegó a recaudar 20 millones de dólares y que empleaba cierto tono de documental, dando sustos más bien en tierra firme y obviamente con mejores resultados que en la anterior Bigfoot (Robert Slatzer, 1970), con (una vez más) John Carradine. Siguieron secuelas e imitaciones (Regreso al Arroyo Boggy, La maldición de Pie Grande, La criatura del Lago Negro, La noche del demonio, también en clave de aventuras y comedia, ya en los ´80 y ´90 (Pie Grande y los Henderson, que se vio en cines, Pie Grande: Un encuentro inolvidable, que por suerte no se vio en cines; algunas películas Troma).

Humanoides del abismo (Barbara Peters, Jimmy Murakami, 1980) tenía como protagonista a Vic Morrow (el padre de Jennifer Jason Leigh) y anunciaba nuevamente al maestro del bajo presupuesto; las criaturas aquí eran unos salmones "cormanianos". Ese mismo año volvían los cangrejos gigantes, producto de un experimento biológico, en Island Claws, de Hernán Cárdenas.

Italia seguía muy prolífica con la labor, entre otros, de Sergio Martino y volvía a anotar gracias a La isla de los hombres peces (1980), con Barbara Bach y Joseph Cotten, mientras el valenciano Juan Piquer Simón dirigía a los soldados anfibio-zombies de Mutantes criminales (sobre Escuela de Robinsones, de Verne), protagonizada por Peter Cushing.

Los ´80 fueron testigos también del debut del canadiense James Cameron como director (junto a Ovideo Assonitis) en Piraña 2: Asesinos voladores (1981); también de la adaptación de la obra de Alan Moore, hecha por Wes Craven, en El monstruo del pantano (1982), que tuvo una secuela (El regreso de la cosa del pantano, 1989) dirigida por Jim Wynorski.

Algo ultra bizarro no podía faltar, por supuesto; en El oscuro misterio del lago (1981) de Larry Buchanan un sonriente monstruo... bueno, mejor vean el informe. España seguía dejando huella con Amando De Ossorio, en 1984, cuando filmó Serpiente de mar, con Ray Milland, León Klimovsky y un gigantesco reptil, producto de un experimento científico. Un tal John Old Jr. (o sea Lamberto Bava, pero el seudónimo era el que se leía en la carátula del video) dirigió junto a Martino El devorador (1984), un calamar gigante, mezcla de pulpo y tiburón, que hacía de las suyas en las costas de Florida.

¿Podría incluirse a la mancha negra carnívora del episodio de Creepshow 2 (Michael Gornick, 1987)? Claro que sí, más cuando en The Horror of Party Beach también había una mancha que se movía. Pero el mainstream también dijo presente a fines de los ´80 con Abismo del terror (1989), de Sean S. Cunningham, donde una criatura marina acosaba una base nuclear subterránea, y Leviathan (George Pan Cosmatos, 1989), con Peter Weller y un monstruo producto de una mutación genética, que en realidad le pasaba factura a los rusos, por un misterioso descubrimiento hecho por unos mineros y que pertenecía supuestamente a un navío soviético.

La isla de los hombres peces de Sergio Martino

El pulpo tano de Tentáculos

El hijo de Bava y otra vez Martino: calamar gigante en El devorador

Claro que las especies alienígenas de El secreto del abismo (1989) de James Cameron estaban en otra sintonía y eran mucho más dóciles, cuando los protagonistas las encontraron mientras buscaban un submarino nuclear en las profundidades.

En los ´90 la Industrial Light Magic iba pesando cada vez más en el campo de los efectos especiales, haciendo de la computadora una herramienta cada vez más necesaria para el rubro. El boom vino con Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993) y secuelas (El mundo perdido, Parque Jurásico III). A nivel de monstruos marinos los más destacados fueron los enormes gusanos carnívoros que atacaban al crucero de lujo en Agua viva (Stephen Sommers, 1998), película que pasó fugazmente por circuito comercial capitalino, y Alerta en lo profundo (Renny Harlin, 1999), con tiburones afectados al ser víctimas de experimentos para curar el mal de Alzheimer que atacan una base científica aislada en el mar. Ambas fueron de un grado de violencia inusitado, pero ejemplos bastante dignos del subgénero.

Tampoco habría que olvidar, dentro del prolífico panorama asiático, La serpiente verde (1993) de Tsui Hark, sobre dos mujeres-serpiente que se enamoran del mismo hombre y todos los problemas que surgen cuando se les descubre su naturaleza, culminando todo con una monumental batalla en el mar.

¿Que faltaron películas? Es lógico; la cantidad total es prácticamente inabarcable (incluyendo animaciones, documentales, más series televisivas y remakes como la de Godzilla). ¿Que a la vuelta de tu casa habían filmado una parecida? Sin dudas (ahora, ¿por dónde andará ese VHS?). ¿Que uno de los más prestigiosos críticos uruguayos llegó a interpretar a un monstruo (espacial, no marino) vestido con una escafandra y terminó siendo protagonista de la primera película de terror oriental (del Uruguay)? Por supuesto. La película era El ojo del extraño y fue hecha por el ya fallecido Daniel Arijón a principios de los ´60. Lamentablemente algunos negativos se han perdido; la obra se filmó aunque nunca llegó a exhibirse.




VER RESEÑA DE PRIMITIVO
ENTREVISTA A ANDREW TRAUCKI, CODIRECTOR DE BLACK WATER
VER RESEÑA DE PIRAÑA 3D - 2010
NUEVA ENTREVISTA A ANDREW TRAUCKI, A PROPÓSITO DE THE REEF


NOTA: Hubo dos películas que no fueron mencionadas en este informe, con el fin de usarlas para el concurso por entradas dobles y afiches para nuestros lectores: El monstruo de Piedras Blancas (Irvin Berwick, 1959) y Primitivo (Michael Katleman, 2007).

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